La ausencia de María Corina Machado en la ceremonia del Premio Nobel de la Paz 2025 marca un momento tan simbólico como doloroso para Venezuela. La líder opositora, reconocida por el Comité Noruego por su «incansable esfuerzo» en promover una transición política justa y pacífica, no podrá subir al escenario del Ayuntamiento de Oslo para recibir el galardón. Su silla vacía no es solo una anécdota logística: es el reflejo de un país donde la defensa de la democracia sigue teniendo un alto costo personal.
Desde Noruega, el director del Instituto Nobel, Kristian Berg Harpviken, confirmó lo que muchos temían. “Lamentablemente, María Corina no está en Noruega y no estará presente en la ceremonia”, anunció. Sus palabras, pronunciadas con cautela, dejan entrever una realidad compleja. Harpviken admitió desconocer el paradero exacto de la opositora, pero señaló que existen “buenas razones” para esa falta de información. Venezuela, dijo, continúa siendo un régimen dispuesto a emplear todos los medios posibles contra quienes lo desafían. Y Machado, una de las voces más visibles y perseverantes de la oposición, vive desde hace tiempo bajo una amenaza constante, incluso fuera del país.
El Premio Nobel de la Paz otorgado a Machado el pasado 10 de octubre supuso un hito para la lucha democrática venezolana. El jurado destacó su valentía, su capacidad para unir a una oposición antes fragmentada y su compromiso con una transición pacífica “de la dictadura a la democracia”. También recordó que la líder ha tenido que vivir escondida dentro de su propio país, una decisión que, lejos de debilitarla, la ha convertido en inspiración para millones de venezolanos.
Sin embargo, este reconocimiento internacional llega acompañado de una dura paradoja: la protagonista no puede recibirlo personalmente. Obstáculos logísticos y riesgos de seguridad impiden su desplazamiento a Europa. Su presencia en Oslo habría implicado, según las autoridades noruegas, un peligro real para su vida.
Aunque Machado no estará en el escenario, su mensaje sí tendrá voz. Su hija, Ana Corina Sosa, será quien reciba el premio en su nombre, un gesto que simboliza tanto la fortaleza familiar como la resistencia colectiva del pueblo venezolano. A la ceremonia también asistirá Edmundo González, junto a otros representantes de la oposición, reforzando la idea de que este Nobel no se concede a una sola persona, sino a un movimiento que sigue luchando.
La imagen de una hija alzando el Nobel que su madre no puede recoger resume la realidad venezolana: la esperanza persiste, incluso cuando la libertad sigue siendo un camino cuesta arriba.