Hace 24 años, el mundo vio cómo se derrumbaban las torres del World Trade Center en Nueva York. Dos aviones secuestrados por Al Qaeda provocaron la muerte de casi 3.000 personas de 90 países. Desde entonces, el 11 de septiembre se convirtió en un símbolo de vulnerabilidad y también de resiliencia.
La última viga de acero del WTC fue retirada en mayo de 2002. Miles de voluntarios trabajaron en la Zona Cero, ayudando en las labores de rescate y limpieza. Pero la tragedia también dejó una lección clara: el terrorismo no se detiene.
Joseph Hage, especialista en Medio Oriente, recuerda que el 9/11 fue “una demostración de lo que los islamistas pueden lograr contra Occidente”. Señala que los ataques no fueron un hecho aislado. “Antes de 9/11 ya había planes para atacar, y después también los hay. Lo que cambió es que Occidente comenzó a monitorear y a infiltrar estas organizaciones”, explica.
Hoy, Estados Unidos y sus aliados cuentan con sistemas de alerta mucho más sofisticados. Las guerras en Irak y Afganistán les enseñaron a entender la mentalidad y los métodos de estos grupos. Sin embargo, Hage advierte: “La pregunta no es si habrá otro ataque, sino cuándo”, según ha publicado Diario Las Américas.
La lucha contra el terrorismo no solo es militar. Es también tecnológica, política y de inteligencia. Tras 9/11, se crearon centros de información en Oriente Medio que conectan datos de varios países musulmanes con Occidente. Esto permite a EE. UU., Canadá, Francia y otros anticipar amenazas y detener a posibles terroristas antes de que actúen.
Hage señala que, aunque se capture a muchos, la lucha sigue siendo desigual: “Nuestros servicios de inteligencia deben acertar siempre. Ellos solo necesitan fallar una vez para considerarlo una victoria”. Además, los islamistas cuentan hoy con tecnología para moverse, esconder información y colaborar con otras organizaciones, incluso carteles de droga en América Latina.
La alianza de Estados Unidos con Israel también es clave. Israel actúa como un primer escudo contra los islamistas en la región, recopilando información y eliminando amenazas antes de que lleguen a Occidente. Al mismo tiempo, países europeos apoyan estas estrategias de manera más discreta.