Se dice que la moda es una expresión artística, un arte. Pero no se profundiza en qué significa realmente. Entonces, ¿qué es el arte? Para la RAE, “es la manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”.
Sin embargo, yo me quedo con la definición de Pablo Picasso: “El arte es la mentira que nos permite comprender la verdad”. Esa frase encierra una verdad puramente filosófica, y eso crea belleza. Por lo tanto, la moda también es arte. Ambas pretenden dar sentido y belleza a la existencia.
Ambas interpretan la realidad y la imaginación, conectando al ser humano con lo más profundo de su ser. Un vestido que hace referencia a un cuadro de Klimt o una chaqueta inspirada en Mondrian son piezas textiles, pero a su vez, son cuerpos en movimiento que narran historias detenidas en el lienzo. Es también una afirmación del cuerpo como soporte de sentido, no solo como objeto biológico. Llevar arte puesto es volverse parte de la obra, asumiendo una identidad estética, participando de forma activa en su interpretación.
El arte busca representar la trascendencia, plasmar el tiempo y la emoción del momento. Mientras que la moda se basa en la transformación de lo efímero. De ellos nace otra idea. La idea de que la moda se vuelve arte cuando deja de tener la función de vestimenta cotidiana y encuentra cuerpo cuando desfila por una pasarela, convirtiéndose en arte andante.
Por ello, la pintura se democratiza al salir del museo y caminar por las calles; la moda adquiere profundidad al beber del imaginario simbólico y conceptual del arte. Muchos movimientos artísticos han inspirado a grandes diseñadores y casas de la moda como Balenciaga y el cubismo de Pablo Picasso. Esta fusión se materializó a través de cortes angulosos y líneas que abandonan los convencionalismos de la moda, apostando por la geometrización y la fragmentación de las perspectivas.
O el modernismo del pintor austriaco Gustav Klimt, que influyó a la diseñadora Sarah Burton para crear un traje con su estilo simbólico, ornamentado y caracterizado por su color dorado. Una obra de arte para Alexander McQueen que hace alusión al “Retrato De Adele Bloch-Bauer I” (1907) y que forma parte de una colección entera donde las texturas y patrones de oro que recuerdan a la Sezession Vienesa y al simbolismo de Klimt.
Esta belleza andante, fruto de la fusión entre pintura y moda, aparte de enriquecer las pasarelas, da pie a un número infinito de posibilidades de innovar y crear nuevas expresiones artísticas.
Un diseño de Versace o un cuadro de Dalí son más parecidos de lo que pensamos. Los dos hablan de la fragilidad y el simbolismo del cuerpo humano; profundizan en el deseo e identidad; pero ambos nos obligan a mirar y admirar.
Esta relación es una alianza donde la imagen se hace carne. No hace falta hablar para pensar en el mundo. Por un lado se observa a través de pinceladas y por otro con telas. Así que el arte se contempla y también se lleva puesto.