—Esta segunda novela, ¿la ha escrito también estando en prisión?
—Sí. Así es. La comencé a escribir sobre el año 2019 cuando llevaba un año aproximadamente en la prisión de Estremera y ya había dado miles de vueltas al patio charlando con Pepe Villarejo y con otros compañeros de módulo, todos miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y funcionarios de prisiones.
—¿Puedes hacernos un resumen de la obra?
—Intentaré hacerlo sin descubrir el final. En esta novela, ya que es una obra de ficción, o no, me rebelo contra la corrupción política y judicial, me revelo contra el engaño que sufrimos todos los ciudadanos en cuanto a la merma de nuestros derechos en base a la firma del Contrato Social. El Estado abusa y restringe derechos que los ciudadanos no hemos puesto a disposición de nuestros políticos.
—Pero ¿no es un poco desproporcionada la respuesta?
—Sí, puede ser. Tenemos que recordar que todo cambio social y político, para que se haga desde la raíz se ha efectuado con violencia y muchas veces de manera cruel y bastante desmedida. La revolución francesa pasó por decapitar a todos los nobles. La independencia estadounidense pasó por matanzas indiscriminadas, lo mismo que la revolución rusa. En España no somos menos. Desde la Reconquista hasta nuestra guerra civil hemos efectuado los cambios a base de sangre y fuego.
—¿Utilizas la novela para denunciar casos reales de corrupción?—Muchos de los casos que ‘soluciono’ en la novela son casos reales contados por mis compañeros de condena. Descubrir cuáles son reales y cuáles son ficticios es una labor que le dejo al lector. Por suerte hoy en día no hay que ir a la biblioteca o a la hemeroteca de los periódicos para comprobarlo, tan solo hay que tener un ordenador delante, o el móvil.
—¿Quieres comentar alguna cosa más para los lectores?
—Sí. Me gustaría que este libro les abriera los ojos. En estos días en los cuales estamos viendo y comprobando lo corrupto que es el sistema judicial y político, que se den cuenta de la merma de sus derechos. Y hay que ponerle fin, o nos quedaremos como meras marionetas, como meros miembros de un país en manos de nuestros políticos corruptos y sin derecho alguno.