Hablar de verano en España es hablar de fiesta. O de fiestas en realidad, porque son cientos, miles, las que iluminan hasta los pueblos más pequeños. Y es hablar de tradiciones en la que lo mismo nos tiramos tomates (Tomatina) como vino (Haro), o nos bañamos en barro (lugo) o aceite y polvos de hierro… (Cascamorras, en Guadix-Baza) y comemos y bailamos hasta el amanecer o corremos delante de los toros en encierros mundialmente famosos como los Sanfermines (Pamplona) y otros no tanto, pero igualmente divertidos, como en Gor (Granada). Explota el verano en España ddesde Galicia a Andalucía, al País Vasco o a Valencia, y siem,pre con le mejor gastronomía para compartir.
El periodista de El Observador Marcelo Molina Santiago ha publicado en este diario un iteresante reportaje en que da puinceladas de lo que no hay que perderse y por su interés lo recogemos en este periódico.
Hay quienes viajan para conocer paisajes, otros para hacer una ruta por castillos, e incluso para descubrir museos. En España, hay quienes recorren el país siguiendo el calendario de las fiestas.
Desde los encierros de San Fermín hasta la guerra del vino en Haro, pasando por verbenas de barrio y romerías pueblerinas. La consigna es clara, el verano se vive y se celebra en la calle.
El verano español no empieza en una fecha exacta: arranca cuando suenan las primeras orquestas en la plaza del pueblo, cuando las luces de feria visten las calles, cuando el olor a churro, pulpo, sardina o lo que sea, anuncia que la fiesta está por comenzar, refiere Molina.
Desde junio hasta septiembre, miles de pueblos y ciudades se transforman en escenarios de reuniones masivas. Es una excusa para comer, tomar y pasarla bien.
La tradición festiva se remonta a tiempos remotos cuando las comunidades celebraban buenas cosechas, rendían culto a sus patronos o simplemente aprovechaban el calor para salir de procesión, cantar y disfrutar. Muchas de esas fiestas se mantuvieron, otras sumaron nuevas ideas, y hoy cualquier excusa vale para montar una celebración.
Hay fiestas dedicadas a lo que sea. A la música, al vino, al queso, a los tomates, a los caballos, al fuego, al mar y hasta al barro. Algunas duran un día y otras que se estiran por semanas. No hay región sin su cita imprescindible, ni calendario que no desborde en celebraciones. Por más chico que sea el pueblo, no es tal si no tiene su verbena.
La gastronomía como es obvio, es un pilar esencial de esos encuentros. Repasemos sólo algunos.
En Galicia, la Festa do Pulpo de O Carballiño reúne multitudes alrededor de una receta tan sencilla, como sabrosa y perfecta. Se acompaña de vino Ribeiro y de remate una queimada, un destilado tradicional gallego, hecho con aguardiente, azúcar, cáscaras de limón y naranja.
En Andalucía, El Rocío convoca una peregrinación flamenca donde más de un millón de personas disfrutan de la fe y el cante, un canto andaluz de origen gitano que los aúna. Así pasan las horas de travesía matizados con comidas y bebidas para atiborrar hasta al más valiente.
Los platos más típicos incluyen el arroz campero, migas, guisos, tortillas, empanadas, embutidos, quesos, y por supuesto, el salmorejo y gazpacho como sopas frías.
En cuanto a las bebidas, el rebujito (manzanilla con gaseosa) es muy popular, junto con vino, cerveza, y refrescos. Aunque es cierto, ¡a veces también toman agua!
En el País Vasco, la Semana Grande de Bilbao se extiende por 9 días. La ciudad se transforma en un espectáculo continuo donde asisten más de un millón y medio de personas. En todas partes la comida y la bebida están disponibles a toda hora.
Se puede disfrutar de una gran variedad de comida y bebida típica de la región. Destacan platos como el bacalao al pil pil, el marmitako – un guiso de atún o bonito con papas y pimientos- , el txangurro – centolla – gratinado, pintxos, rabas, y los típicos bocadillos de las casi 40 txosnas – casetas montadas por diferentes comparsas y organizaciones -, ubicadas en el recinto festivo. Para beber, el txakoli, el vino blanco local, es la bebida estrella.
Y no podemos seguir este recorrido sin referirnos a San Fermín, en Pamplona.
La fiesta que se celebra cada julio es mucho más que encierros: es una explosión de disfrute. Cada mes, más de un millón de personas celebran durante nueve días inmersos en música, peñas, bailes y brindis colectivos.
Se come bien y mucho. Desde estofado de toro, chistorra, pintxos de autor hasta bocadillos de los más variados. Para beber, vino navarro, cerveza, kalimotxo -una mezcla de vino tinto y refresco de cola -, litros de sangría y más cerveza. Y prepare el bolsillo porque la estancia en hotel para esos días le va a costar una media de 1.000 euros por noche.
Todo al ritmo de las charangas, pequeños grupos musicales compuestos por instrumentos de viento y percusión con el blanco y rojo como uniforme universal. Una fiesta que no se detiene y se celebra llevando al límite a todos los sentidos.
Lo que está clarísimo es que no se concibe celebración sin la fuerte incidencia de la industria de la restauración.
¿Qué sería de las fiestas en España sin su gastronomía? La comida y la bebida son parte esencial del festejo. El alma de cada región y la cocina tradicional se lucen y exhiben como patrimonio vivo.
Empanadas gallegas, sardinas asadas, morcillas, gazpachos, fideuas, quesos, vinos, cervezas artesanas o dulces de convento. Todo a disposición para mantener el ritual perenne y el cuerpo contento.
Se pregunta Marcelo qué hacer si hay que elegir una. ¿Preferís la adrenalina del encierro de San Fermín o la calma ardiente de las hogueras de San Juan? ¿El jolgorio sevillano o la mística asturiana? ¿La verbena de un pueblo perdido o una romería en la sierra?
El verano español es una invitación constante: a viajar, a compartir, a emocionarse, a bailar sin miedo, a comer rico y a tomar mucho.
Pero si pensás que ya lo viste todo, esperá a conocer las más originales…estas son solo algunas.
En definitiva, las fiestas populares en España son una celebración de todos y para todos, un espejo de su diversidad y un canto a la alegría de vivir que demuestra este pueblo cada vez que puede, y puede casi siempre.