Cada vez es más común escuchar frases como “¡No era para tanto!” o “¿Otra vez estás a la defensiva?”. En un entorno hiperconectado y emocionalmente volátil, muchas personas parecen vivir al límite del enojo. Pero, ¿qué hay detrás de esta sensibilidad exacerbada.
Especialistas coinciden en que la hipersusceptibilidad no solo daña relaciones interpersonales, sino que también afecta profundamente la calidad de vida. Según la psicóloga Catalina Silveyra, este fenómeno está asociado a una “alta sensitividad interpersonal”, lo que implica una tendencia a sentirse juzgado o rechazado sin una base objetiva.
Para quienes lo padecen, situaciones cotidianas pueden convertirse en detonantes. Desde una crítica menor hasta un simple malentendido, todo se percibe como un ataque personal. Silveyra advierte que estas personas interpretan señales neutras como amenazas, lo cual alimenta el malestar emocional y daña vínculos afectivos y laborales.
Por su parte, la psiquiatra Graciela Moreschi señala que el pensamiento rígido y la autoexigencia suelen ser factores clave. “Quienes no toleran los errores, propios ni ajenos, tienden a sentirse ofendidos con facilidad ante cualquier discrepancia”, explica.
Las redes sociales también actúan como una lupa emocional. Ver fotos de un ex con otra pareja o no ser invitado a un evento puede activar sentimientos de rechazo, tristeza o frustración, intensificando la sensación de estar excluido, detalla Diario de Cuyo.
Frente a esta problemática, el psicólogo estadounidense Charles H. Browning propone una herramienta sencilla pero efectiva: una técnica de tres pasos para desactivar el enojo. El primer paso es capturar el pensamiento, identificando qué molestó exactamente. Luego, redefinirlo para evaluar si hay base real o si se trata de una reacción automática. Finalmente, reemplazarlo por una idea más útil: “Elijo no engancharme, este es un momento para practicar la calma”.
El cambio, dicen los expertos, comienza al dejar de ver al otro como enemigo y aprender a gestionar la emoción antes de que nos gobierne. No se trata de reprimir el enojo, sino de responder de forma consciente y saludable.
“Mientras más difícil sea ofenderte, menos conflictos vas a tener que enfrentar”, resume Browning. Una premisa simple, pero poderosa, en tiempos donde la reacción inmediata muchas veces nos juega en contra.