Admiramos a quién es capaz de exponerse ante los demás y expresar sus sentimientos ante lo realmente importante. Lo superfluo cede dando paso a lo transcendente. Desde los inicios la música es un poderoso transmisor de lo inefable.
La música convierte lo tangible en un algo que no puede ser captado de ninguna otra manera. Lo transmitido acaba cuando el silencio llega. De ahí el valor único de este arte. Pues bien; el grupo musical SOMOS lo consigue sobradamente.
Se percibe que creen y sienten lo que exponen a su auditorio, y consiguen que el mensaje lanzado sea captado y compartido por los oyentes. Este grupo es sincero, se nota. A diferencia de otras formaciones, en las que normalmente sus integrantes nada comparten, excepto la música, en Somos se capta la unidad de todos los que lo forman, por ello el conjunto transmite al oyente lo que ellos mismos sienten. Sus canciones no son solo una red armónica de voces, instrumentos y letras.
Es mucho más; la correa transmisora de una creencia limpia expresada a través de las notas. Así el grupo unitariamente cobra pleno sentido y se hace para los demás que somos el destinatario definitivo. SOMOS procura que reflexionemos mediante el maravilloso canal que hila las emociones.
El Concilio Vaticano II fue consciente que mediante el canto eclesiástico, cualquiera que fuera el estilo, es un potente motor para conseguir la participación de los fieles y de aquellos que acuden al encuentro litúrgico en las iglesias. SOMOS es el candil que aparta la penumbra, el que nos invita a traspasar la puerta con manos extendidas, abiertas a todos, haciéndonos partícipes del cántico que va más allá del escenario.