POR PEDRO JORGE SOLANS
En ciertos rincones de América Latina, la Tierra parece jugar con las leyes de la física. Llueven peces, los ríos se tiñen de sangre, los desiertos florecen como si recordaran su pasado, y el cielo se convierte en una trampa para ranas, perros o fragmentos de carne.
Entre la ciencia y la leyenda, estos fenómenos se repiten cada tanto con un aire de milagro pagano. Son episodios que desafían la lógica, pero tienen explicación. O casi.
Aquí una selección de cinco maravillas geográficas —reales, documentadas— que suceden en el sur del mundo, y que podrían haber salido de un libro de Gabriel García Márquez o Julio Verne.
Cada año, entre mayo y julio, las calles de Yoro, al norte de Honduras, se cubren de peces plateados que caen del cielo como si alguien los arrojara desde las nubes.
La escena es insólita: niños corriendo con baldes, adultos que cocinan lo que encuentran sobre el asfalto mojado, turistas que no entienden si están en la Tierra o en una versión bíblica del Caribe.
La ciencia habla de trombas marinas: remolinos que succionan del mar a los animales y los dejan caer tierra adentro, a kilómetros de distancia. Aun así, muchos pobladores no se resignan a esa explicación y hablan de un regalo divino, de una bendición de los cielos. Sea como sea, Honduras tiene su propia lluvia de peces. Y sucede todos los años.
Una vez cada cierto tiempo, el árido y aparentemente muerto desierto de Atacama se convierte en un jardín inmenso. Miles de flores silvestres brotan del polvo seco y pintan el suelo con colores imposibles: violetas, rojos, amarillos.
El fenómeno ocurre cuando las lluvias —escasas pero intensas— empapan el terreno y despiertan las semillas dormidas bajo la arena.
Es el desierto más seco del planeta, pero también uno de los más sensibles a la memoria vegetal. Lo llaman “el desierto que no olvida” porque guarda en su entraña la promesa de volver a florecer, aunque pasen años.
En lo profundo de la selva amazónica peruana, en una zona remota conocida como Mayantuyacu, fluye un río que alcanza temperaturas de hasta 95 grados. El agua burbujea, hierve, y todo animal que cae en él muere en cuestión de segundos.
Durante años se creyó que era un mito indígena, pero el geocientífico Andrés Ruzo confirmó su existencia y lo estudió. No se trata de un volcán cercano, sino de fracturas geotérmicas que calientan el agua desde el subsuelo.
Los pobladores lo consideran un lugar sagrado, y algunos creen que es el aliento de la Tierra.
El 1 de agosto de 2008, en un pueblo del suroeste colombiano, el cielo se tiñó de rojo. Llovió una sustancia espesa, como si las nubes hubieran sangrado sobre los techos de los autos y las hojas de los árboles.
Las muestras fueron enviadas a laboratorio. El informe habló de partículas de arcilla en suspensión, arrastradas por el viento desde zonas erosionadas. Pero la gente no olvidó el color.
Por un momento, la naturaleza rompió su paleta habitual y pintó de miedo el aire.
No es exclusivo de América Latina, pero aquí también ocurre: en zonas con tormentas eléctricas muy intensas, como en algunas provincias de México o el norte argentino, se ha documentado la caída de ranas vivas desde el cielo.
La explicación apunta a nubes de tipo cumulonimbo, que pueden succionar pequeños animales durante su formación y luego soltarlos como si fueran gotas pesadas.
En Alicante, España, pasó en 2007. En México, más de una vez. Y quien haya visto una rana aterrizar en su patio en plena sequía, sabe que la ciencia a veces se parece demasiado a la fábula.
América Latina es, en muchos sentidos, un laboratorio vivo de fenómenos extraordinarios. Entre la mitología popular y la física atmosférica, la región sigue ofreciendo escenas que desafían la explicación inmediata.
Son postales de una naturaleza imprevisible, que de vez en cuando nos recuerda que vivimos sobre un planeta con memoria, con pulso y con secretos aún por descubrir.
Gran reportaje que cuenta historias que parecen fábulas increíbles. Había oído lo de las ranas, pero lo de los peces es el culmen de lo exótico.
Una nota muy colorida y sorprendente! creo que de todos estos lugares exoticos me gustaría conocer el desierto con flores de Atacama
Muy interesante y sorprendente reportaje del señor Solanz. América esconde estas cosas.
Ver para creer…. buen reportaje
Solans es un fenómeno. Siempre te sorprende. Ediardo Galeano tiene un cuento sobre la lluvia de peces en Perú. A este periodista lo leo desde si época en Sudestada y cuando a vrces publicaba rn el diario de Carlos Paz.