Cuidar a una persona enferma, especialmente en etapas avanzadas o de final de vida, va mucho más allá de administrar medicamentos o estar presente físicamente. Implica una entrega emocional intensa que, si no se gestiona con conciencia, puede desgastar a quienes ejercen ese rol. Así lo señala Anna Escolà, psicóloga del Programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas, impulsado por la Fundación «la Caixa».
“Cuidar nace del amor, pero también exige energía, estabilidad y acompañamiento. A menudo, ese peso se lleva en soledad”, afirma Escolà, que forma parte de un equipo psicosocial especializado. En su experiencia, la mayoría de cuidadores familiares no se reconocen a sí mismos como protagonistas del proceso, y se olvidan de lo esencial: cuidar también de sí mismos, según una información de Europa Press.
El impacto no solo afecta al cuidador, sino a toda la estructura familiar. Las rutinas cambian, las prioridades se alteran, y afloran emociones como el miedo, la culpa, la rabia o la tristeza. “Comprender estas reacciones, conocer la enfermedad y hablar de los sentimientos que genera son pasos imprescindibles para poder seguir acompañando sin romperse en el camino”, explica la especialista.
Es ahí donde entra la Escuela de Cuidadores, un espacio de formación emocional, apoyo psicológico y conexión entre quienes comparten este camino. Desde su creación en 2018, ha impartido más de 2.000 talleres y ha acompañado a más de 8.000 personas.
“Los talleres permiten verbalizar lo que duele y entender que no estás solo”, dice Escolà. Compartir experiencias ayuda a reducir la carga emocional, pero también a establecer límites. “Hay cuidadores que han tenido que convertirse en madres de sus madres o en padres de sus padres. Eso descoloca emocionalmente y es importante aprender a recolocarse”.
María Isabel Ortego es una de esas personas que se reencontró consigo misma tras dos décadas cuidando. “Un día sentí que yo también importaba”, recuerda. Gracias a los talleres, comprendió que volcarse en el otro está bien, siempre y cuando haya un equilibrio que incluya el disfrute y el cuidado propio.
Hoy recomienda sin dudar la experiencia. “Escuchar otras historias ayuda a poner en perspectiva la propia. Se crean vínculos que, incluso, superan a los de la amistad tradicional. Porque hay comprensión, no juicio”.
Según datos de la organización, el 95 % de los participantes asegura sentirse más capacitado tras pasar por la Escuela. Un 90 % la recomendaría a personas en su misma situación. Y es que, como resume Ortego, “cuidar con dignidad también es una forma de sanar”.