Cada día estoy más convencido que nuestros gobernantes se creen de verdad lo que dicen. Es imposible fingir tanto tiempo y con tanto cinismo todo el rato. Los convertiría en actores y actrices de primera talla, ganadores de goyas importantes e incalculables ingresos. Pero no. Están convencidos de que lo rojo es gris, que los ultras de ellos no son tan peligrosos como los ultras de los otros y que la primavera es una rama de oro que llevamos en la solapa los españoles. Mientras, las aguas de la inmensa deuda nos desbordan y las “danas” del trasiego político detienen con su barro el porvenir de una generación herida. Ya lo dejó dicho Calderón: El mundo es un inmenso teatro.
Menos mal que la señora vicepresidenta segunda, ministra de trabajo y rubicundos enseres, desea arreglarlo todo quitándonos del paisaje las únicas cruces que quedan y que testimonian la plegaria ofrecida por unos y otros en aquella contienda miserable. Si pudieran, serían capaces de desenterrarlos a todos para preguntarles en qué bando lucharon antes de morir. ¡Jesús, qué cruz el no tener más remedio que soportarla, aunque espero que se nos conmute por ello pena de purgatorio!
pedrouve