Hoy: 23 de noviembre de 2024
Cosas del azar, dos de los deportistas españoles más grandes de la historia de todos los tiempos, Andrés Iniesta y Rafa Nadal, han anunciado su retirada en un intervalo de 24 horas y su marcha nos deja una sensación de orfandad y tristeza, de cierto bajón y de muchísima nostalgia.
Rafa Nadal, en un vídeo, a los 38 años y después de ganarlo todo y de dar a los españoles algunas de las más grandes alegrías de los últimos veinte años, ha dicho que abandona porque su cuerpo ya no responde para estar en primera línea compitiendo al más alto nivel.
Lo ha intentado todo durante los dos últimos años porque en su carácter va la lucha de serie, la entrega absoluta y la fuerza mental para no dar nunca por perdido un partido, pero las lesiones no le han dejado y nos priva de seguir oyendo uno de esos gritos que ha resonado en el orgullo de todo un país en todas las pistas del mundo: el ‘Vamos, Rafa’ que nos hacía sonreír nos inyectaba moral y nos hacía sentirnos importantes porque Nadal nos ponía a los españoles en el palco de los ganadores, del triunfo indiscutible, del respeto de estar entre los grandes.
El mordisco de Rafa una y otra vez a los trofeos más importantes del Grand Slams en pistas como Rolans Garrós, y el gol de Iniesta que nos dio el primer Mundial de fútbol, son parte de la leyenda del deporte español y mundial, pero si cuesta trabajo agotar todo lo bueno que podría decirse de ellos en clave deportiva, hoy me voy a quedar con su inmensidad humana, con el valor de los gestos y la grandeza de los valores que los dos representan.
Sin más banderas políticas que la española, con la que han llorado festejando sus triunfos; sin más consignas políticas que los hechos y el ejemplo; sin más discurso que la entrega, Rafa y Andrés han sido y serán referencia para generaciones de españoles a los que han hecho disfrutar, sentirse orgullosos de su país y abrazarse en un solo grito de autoestima ante el mundo.
Han hecho más por la imagen y la marca de España que ningún Gobierno o dirigente, y con su buen hacer nos han quitado la vergüenza de sentirnos ninguneados con frecuencia por países latinos que quieren romper con nosotros, por otros como Israel que nos ha convertido en ‘enemigo ‘intimo’, o por los más poderosos europeos que no quieren sentarnos a su mesa.
El deporte es sin duda la mejor bandera que ha podido enarbolar España en las últimas décadas para pedir paso en el respeto de la sociedad internacional. Es así y nadie lo puede negar. Desde aquellos pioneros en los tiempos del blanco y negro como Ángel Nieto, Orantes o Induráin, el deporte ha vivido una época dorada que ha atraído la mirada incrédula de los que pensaban que no era posible lo que hacíamos hacia nombres como Ballesteros, Fernando Alonso o Pau Gasol, a los que se suman Iniesta y, por encima de todos, el gran Rafa.
Que los partidos y sus dirigentes, que hoy ni saben hacer su trabajo en la oposición por el que cobran y por el que se les vota, o en el poder están empeñados en el engaño y el barro, que los partidos y sus dirigentes, digo, se pongan como deberes aprender de Iniesta y de Rafa Nadal en la humildad, en la entrega, en el compromiso, en los valores y en el respeto hacia ellos y hacia sus conciudadanos.
Dice Nadal que su último partido será jugando en la Copa Davis defiendo los colores de España “para cerrar el círculo de su trayectoria vital y deportiva”. ¡Qué grande Nadal y qué grande Iniesta! Me queda la duda de si los españoles hemos merecido todo lo que habéis hecho por nosotros en un país que disfruta destruyéndose una y otra vez como si estuviese siguiendo la consigna de un psicópata.
Somos especialistas en romper cosas, menos mal que os hemos tenido a vosotros para recomponer nuestra maltrecha dignidad y el escaso amor propio que tenemos. El listón está muy alto, pero por fortuna no se apaga la luz y otra grandiosa generación de deportistas llama a la puerta como herederos. Cuando todo nos falle, siempre nos quedarán ellos para levantar la cabeza y mirar sin complejos.