El pueblo triste

8 de octubre de 2024
4 minutos de lectura
El Presidente Andrés Manuel López Obrador y España / EDC
FRANCISCO FLORES LEGARDA

Vivo en un pueblo triste donde se respira la tristeza, donde el tiempo no pasa y se hace oda a la pereza. El emperador como todo mitómano se quedó. Recordemos que López Obrador siempre dijo que terminando su mandato se iría a su rancho, lo cual no fue cierto: “Continuaré en la Ciudad de México en cuanto me acostumbre”. Acostumbrarse a qué. Se dice amante de la naturaleza, para qué tanto pensarla, sería más feliz en las bellas tierras de Tabasco, meciéndose en una hamaca, esperando que la presidente en turno y su gabinete se presenten para dar cuentas y consejos para gobernar. Cuidar sus dominios.

Se dice que el dos de junio fue un refrendo para la continuidad de Morena y López Obrador, perdón la presidente Claudia Sheinbaum. El esquema de gobierno hasta el momento es el mismo, podríamos afirmar que apenas tiene un par de días, pero tienen muchos años juntos, no muy separados.

Las encuestas fueron claras, cerca del sesenta por ciento están en el ánimo del ahora expresidente. Esto es bueno, convenció a la gran mayoría de los mexicanos. En las elecciones Morena arrasó ante una “oposición” que sólo ellos saben que existe. Las frases y designaciones que hizo de los ciudadanos y periodistas, solo provocó división entre nosotros. Fifí (rico) Chairo (pobre), esto me molesta porque hacer diferencias hormonales más que razonadas. Dónde queda la clase media alta y baja, sobre quienes soportamos la gran cantidad de impuestos. También somos pobres y olvidados para AMLO, ni en las mañaneras nos mencionó.

Las casas de este pueblo enseñan la riqueza ya pasada y que ahora se marchita más. La riqueza nadie sabe cómo se fue, ya nadie se acuerda de ella más que las paredes y las columnas inmensas a las cuales se les cae la pintura. Mis padres no vivieron esa época, mis abuelos no la recuerdan. Pero eso sí: “los de antes eran corruptos, neoliberales y demás letanías”. Se compara con Lázaro Cárdenas, un hombre de Estado, quien por cierto fue parte de la refundación del PRI, eso es otra cosa.

Yo asomado en el balcón veo el tiempo pasar, lo siento cada media hora en las campanadas del reloj de la iglesia a la que van los que poco creen. El día tiene 24 horas y cada hora es igual a la del día anterior. La venta de pan matutino, los niños a la escuela, los viejos a la bodega, el sol de mediodía, la tarde dormida, el ómnibus de obreros, los juegos hasta oscurecer, la noche y el silencio, todo sigue igual.

Me duele ver al Poder Judicial destrozado, los magistrados, jueces y funcionarios públicos de carrera, en las calles, exigiendo respeto a sus derechos, pero los poderes con todo el poder que les dio el pueblo, deben de ser electos de manera democrática; es decir el poder económico, político, delincuencia organizada, caciques, con todo el poder del Estado.

El tiempo pasa y lo veo pasar desde mi balcón, veo las flores nacer y las hojas marchitarse. Lo único que marca que todavía estamos en este país es el ómnibus de trabajadores. Pero lo único que verán de mi pueblo será el cartel de Bienvenidos y el de Vuelva pronto. Pero nunca vinieron de verdad, y menos volverán. Y tampoco escucharon las historias repetidas de los viejos del parque. Pero ese ómnibus de cristales oscuros dice cada día que estamos en este país, solo por los 4 minutos que toma cruzar el pueblo, que aún existimos.

Aquí la vida se va apagando como las luces del parque al amanecer. La sonrisa ya nadie la convoca. Los cumpleaños son iguales, hasta los regalos parecen regalarse de unos a otros. La música del empezar cambia, pero siempre se termina con la misma. Políticos van políticos vienen y el pueblo sigue igual, pero con todo el poder del Estado después del dos de junio. Se olvida que la democracia empieza después de las elecciones, no antes.

El único diferente es el parque, santuario y refugio. Los novios que solo ahí lo son porque nadie los ve en la glorieta del centro; los niños corriendo, cayéndose, llorando y volviendo a correr; los mismos chistes repetidos con la misma risa inocente; las mismas historias de los viejos agrandadas cada día más, repetidas más grandes por los niños; la guitarra esposa del buen alcohol madre de canciones diferentes. Pero cruzando la calle del parque silencio, y la campanada del reloj de la iglesia cada media hora.

Yo sé, sentado desde mi balcón, lo que piensan todos los que van en el camino de trabajadores. ¿Cómo pueden ellos vivir en ese pueblo triste con tanta tristeza? Y también sé la respuesta que siempre le dan. Ellos no han conocido otra cosa. Y se equivocan, solo vivimos en un pueblo triste con mucha tristeza, no en otro planeta. ¿La razón de vivir aquí? Esa nadie la sabe, como no sabe el reloj por qué da la hora, como no sabe el pez que vive en el agua.

En estos días la Suprema Corte de Justicia de nuestro país admite la solicitud para la consulta sobre la procedencia o no de la interposición de los juicios de amparo interpuestos por los jueces y magistrados del país.

De inmediato desde la presidente, diputados, senadores y todos los seguidores de Morena reaccionaron, que si Golpe de Estado, no es posible que la Corte revise las modificaciones por parte del Congreso de la Unión, es decir reaccionaron de inmediato, como la “Patrulla Espiritual”, en busca del “Tazo Dorado”.

Con todo la calma los ministros de la Corte, explicaron de manera detallada que la admisión de la solicitud de los jueces y magistrados, sobre la procedencia o no de los amparos indirectos en contra de la reforma; Es decir solo es la consulta, es decir no es para resolver sobre la constitucionalidad de la reforma judicial, como lo establece la Ley Orgánica de la Suprema Corte de Justicia.

El gobierno y el partido oficialista Morena ante su caída al hoyo, se da cuenta de que cometieron un error jurídico y político, es decir nuestro máximo tribunal aclaró para qué era lo consulta. Pero insisten con sus amenazas de juicio político a los ministros.

Pero de inmediato presentaron al día siguiente una reforma a la Ley Orgánica para modificarla y prohibir a la Corte estas atribuciones.

Me duele la injusticia que vive el Poder Judicial. No está muerta. Si la justicia hablara, gritaría en su defensa, por fortuna sus hijos lo hacen. Los mortales debemos apoyar a los impartidores de justicia, son un pilar la democracia.

Reproducimos por su interés este artículo firmado por Francisco Flores Legarda en Diario de Chihauhua

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