El Holocausto llega al Teatro Real con la ópera ‘La Pasajera’, un relato con un gran peso femenino

2 de marzo de 2024
3 minutos de lectura
La memoria del Holocausto navega por el Teatro Real con la ópera 'La Pasajera' I fuente: EP

La obra cuenta la historia real de varios supervivientes de los campos de concentración, pero ha adaptado escenas para lograr el drama

La memoria del Holocausto llega al Teatro Real con el estreno en España de la ópera La Pasajera, del director teatral David Pountney, que narra la historia de Marta y Liese, dos mujeres a las que une el campo de concentración de Auschwitz.

La Pasajera es una ópera de Mieczyslaw Weinberg, superviviente del Holocausto, con libreto de Alexander Medvedev, basado en la novela homónima de Zofia Posmysz, también superviviente del campo de concentración de Auschwitz. Aunque Posmysz cuenta su historia real, la música de la ópera tiene un rol esencial para conseguir “situar el drama en una dimensión psicológica”.

Adaptación al drama

En una de las escenas, los dos personajes principales, la guardia de las SS en Auschwitz, Liese, y la prisionera Marta, protagonizan un momento en el que Liese manipula a Marta para obtener el control sobre las demás presas, mostrando así el “sufrimiento psicológico” del campo de concentración y con el que Posmysz impregna la obra.

Así, esa dimensión psicológica también se entrevé en otra de las escenas, en la que ya en la década de los 60, Liese acompaña a su marido Walter (Nikolai Schukoff) a Brasil en barco, y los remordimientos de la exguardia de las SS hacen que crea reconocer a Marta, lo que también abre una brecha con Walter, que se siente engañado, pero que finalmente asume tras escuchar los razonamientos de su mujer: “No soy una criminal, fui honorable”.

Otro de los puntos más reseñables de La Pasajera es la relación entre las presas del campo de concentración, que sin conocerse se apoyan unas en otras, lo que muestra un relato del Holocausto desde la visión de las mujeres, que rezan, se lamentan y se animan entre ellas, y en la que Marta, la rusa Katja, interpretada por la soprano Anna Gorbachyova-Simmons, y Krzystyna (Lidia Vinyes-Curtis) establecen un diálogo armonioso en el que Krzystyna sentencia lo que fue la historia con la frase: “Soy judía, debo morir”.

Justamente esa complejidad de personajes, la angustia de Liese por el sufrimiento del que es partícipe, y a los que Weinberg ensalza con la música, fue uno de los motivos por los que ‘La pasajera’ no fue estrenada en la URSS, al no ser favorable para “el relato histórico”.

Puesta en escena

La puesta en escena, concebida en tres espacios físicos y temporales, tiene dos protagonistas: la parte superior del escenario recuerda a la cubierta del barco en el que Liese, junto con su marido Walter, cree ver a Marta mientras atraviesan el Atlántico rumbo a Brasil; y la parte inferior del escenario, oscura y sucia, llena de literas, con dos raíles, barracas y hornos crematorios traslada al espectador al campo de concentración, casi 30 años antes del encuentro en el luminoso barco.

El tercer espacio es el coro, que asume el papel de observador y que es testigo de la contraposición que hay entre el barco, completamente blanco, en el que los pasajeros se muestran elegantes, en color crema; y la suciedad de Auschwitz que se ve a través de las literas y la ropa de las presas. Ambas esferas, tan alejadas entre sí, están conectadas por la chimenea, que también tiene un fuerte peso visual en la escena.

Además de la oscuridad de la parte inferior del escenario, el Holocausto resuena en el vestuario, que posee elementos muy reconocibles para el espectador. Desde las siglas ‘SS’ bordadas en los uniformes de Liese y resto de oficiales, los saludos nazis, a los pijamas de rayas raídos y las cabezas de las presas, que están todas rapadas, marcando una distinción evidente.

El público ha respaldado la puesta en escena en este estreno con una ovación de casi 10 minutos, y la música ha llevado a los espectadores por los momentos más delicados de ‘La pasajera’, con un vals estridente y, la pieza fundamental, la chacona de Bach que el prometido secreto de Marta, Tadeusz, interpreta tras los encuentros que favorece la carcelera para aliviar su conciencia, pero también para manipular a ambos.

Importancia de la música

La chacona, que Tadeusz interpreta por sorpresa ante los oficiales nazis en el campo de concentración, le cuesta la vida, lo que hace que la música de Bach tome más fuerza aún y establezca uno de los símbolos de dignidad humana más importantes en La Pasajera.

De hecho, el director artístico Joan Matabosch, concreta añadiendo que al “solo de violín tiene el coraje de desafiar la autoridad del comandante, se van sumando progresivamente los instrumentos de la orquesta”, lo que termina en una “explosión reivindicativa” que se impone sobre “la deshumanización”.

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