Desde su habitual conocimiento y gracia, describe Alfonso Ussía una visita que, con Antonio Burgos entre otros, hicieron al mausoleo de Lenin, como el que peregrina a Lourdes esperando un milagro. Con precisión de buen periodista, Burgos advirtió que los zapatos funerarios de Lenin los habían comprado en España y eran de la marca “Gorila”.
Cuando en el horizonte de Veraluz oteaban los frescos del invierno, nos llevaba mi madre a los tres hermanos en el taxi de Bartolo a la capital para comprarnos unos zapatos “Gorila”. El motivo de la presencialidad era para que el número se ajustara al pie de cada uno y así no hubiera necesidad de descambiarlos con el cosario al día siguiente. La suela dura, como la de un todoterreno, y la piel lastimando los sabañones del frío, aquellos zapatos traían de regalo una pelotita verde con las que rompimos más de una copa de cristal de las que aún quedaban en las estanterías. Desde ellos, y con la fe empujando, caminamos buenos pasos en lo posible hasta alcanzar los horizontes de hoy.
Por favor, si restauran el mausoleo de Lenin, que alguien le quite al Gorila nuestros zapatos.
Pedro Villarejo