Apenas si se mantuvo dos meses en Veraluz aquel Jefe de Correos que llegó de improviso exigiendo un profesor de catalán para su hijo. Cuando alguien se cruzaba con él por la calle, crujía el silencio.
Nadie pidió para aquel señor de nombre extraño una despedida a modo de agradecimiento, porque su estilo de trabajo en el pueblo sólo dejó entre los ciudadanos una desesperada indiferencia, es decir, una vacuidad cansada, como si únicamente hubiese ido a Veraluz para esconderse.
Después se supo que así fue realmente, ya que la Sede Central de Correos le había nombrado coordinador de los votos por correo en las últimas elecciones generales, donde terminaron siendo ciertas, y nada vinculantes, las sospechas de fraude.
Antes de que los rumores se convirtieran en denuncias, los jefes decidieron esconderlo hasta que se diluyeran las malicias, con la promesa de restituirlo a nuevas dignidades.
…Terrible podría ser la situación de España donde los que mal nos gobiernan pudiesen haber sido, además, avezados impostores.
Pedro Villarejo