Por Alejandra Zaragoza Cadaval
El deporte para algunas personas es lo más importante de su vida. Me llamo Alejandra y soy gimnasta del Club Ciudad de Sevilla. Y deseo contaros cómo el deporte se ha convertido en una parte esencial de mi vida.
Desde pequeña me encantó la gimnasia rítmica, pero solo la practicaba en el colegio, hasta que mi vida cambió por completo y me inscribí en el Club Ciudad de Sevilla. Nunca imaginé que allí encontraría una segunda familia. Un día hablaron con mi madre para federarme, y en ese momento aprendí que los sueños se cumplen con trabajo y esfuerzo. También sentí el apoyo incondicional de mi familia, que me acompaña siempre a donde sea para competir, sin importar ni el día ni la hora, llueva o haga calor…
La vida de gimnasta no es fácil: son muchas horas entrenando, que tienes que compaginar con los estudios. Y dejas atrás muchas cosas para poder ir a entrenar. Es un deporte complicado y difícil, a la hora de competir individualmente tienes un minuto y medio para demostrar todo tu trabajo durante la temporada. Tienes una oportunidad y no siempre sale bien, pero el apoyo de la entrenadora antes de salir a la pista es único; son palabras de ánimo y confianza… Cuando compites en conjunto, es decir con tus cinco compañeras, que son amigas, ese es el momento en el que nos tenemos que unir si queremos alcanzar el éxito. Sí, nos han enseñado a trabajar en equipo y nos rendirnos nunca.
Cada temporada aprendemos cosas nuevas, y salimos a competir con montajes diferentes que preparan nuestras entrenadoras con esfuerzo y delicadeza, para que brillemos lo máximo posible en la pista. Hay un regalo, en concreto, que me ha dado la rítmica: las personas que están a tu lado, mis compañeras e incluso las rivales, y, sobre todo, la unión de gimnasta y entrenadora.
La satisfacción de hacer un montaje perfecto no tiene palabras; emoción, llantos…, y el abrazo con tus entrenadoras después de competir es esencial y único: pasamos muchas horas con ellas y se convierten en tu familia.
Quiero decir que el deporte hace que te sientas bien; he llorado, reído, lesionado en un 13×13… Pero, sobre todo, he aprendido mucho, más que en cualquier otro sitio, el trabajo en equipo, a sentirme viva y feliz.