Actualmente damos por sentada la popularidad de la música de Antonio Vivaldi (1678-1741), especialmente sus “Cuatro estaciones”, sin embargo, esto no siempre fue así. La música del “Prete Rosso (El cura rojo)” cayó en un profundo olvido poco antes de la muerte del compositor y no fue sino hasta finales del siglo XIX que los musicólogos comenzaron a redescubrir los tesoros del genio italiano.
Entre las joyas descubiertas destacan los cerca de 600 conciertos (es decir, obras para uno o varios instrumentos solistas acompañados por orquesta) que Vivaldi compuso. El número de conciertos resulta aún más sorprendente si tomamos en cuenta lo escasas que son estas obras en el catálogo de compositores posteriores.
Por ejemplo, el prolífico Mozart escribió menos de cincuenta conciertos.
Las razones de esta bonanza son variadas: por un lado, Vivaldi enseñaba en el “Ospedale della Pietà”, un orfanato sólo para mujeres que destacaba por su excelente educación musical. En este orfanato, Vivaldi tenía acceso a una orquesta de primer nivel que necesitaba música nueva constantemente. Recordemos que en esta época, a diferencia de la práctica actual, lo común era tocar música de nueva factura.
Por otro lado, la edición y distribución de música impresa no era algo tan común en la Italia de mediados del siglo XVIII. Considerando todo esto, la enorme mayoría de los músicos se veían obligados a componer muy rápidamente para cubrir la altísima demanda de música que existía en iglesias y cortes. En síntesis, Vivaldi escribió la enorme mayoría de sus conciertos para sus alumnas.
Con estas obras, Vivaldi no sólo sentó las bases del concierto para las generaciones venideras, sino que impulsó una rica tradición de piezas solistas para instrumentos poco comunes en la música de concierto. Tal es el caso del concierto para dos mandolinas y orquesta RV 532. Si bien la mandolina tiene una fuerte presencia en la cultura italiana, su presencia en la música clásica es anecdótica.
El investigador austriaco Joseph Braunstein supone que esta obra fue escrita para el marqués Guido Bentivoglio, quien era patrono del compositor y tocaba dicho instrumento. La mandolina, que es un instrumento de cuatro órdenes (cuerdas dobles) que se toca con un plectro, es un pariente cercano de la guitarra clásica moderna, instrumento en el que habitualmente se toca esta composición.
Si desea escuchar este hermoso concierto, lo invitamos este 27 de marzo al Centro Cultural La Cúpula, en donde el Ensamble de Música Antigua de la UNAY tocará esta y otras bellas obras del barroco.
*Por su interés, reproducimos este artículo de Alejandro Basulto Martínez, publicado en Diario de Yucatán.