Hoy: 22 de febrero de 2025
Con un inteligente amigo argentino hablaba ayer por teléfono sobre la conveniencia de vivir en un País, como el nuestro, donde casi todo se ciñe al naufragio de un beso en boca desacostumbrada o en la posibilidad de tener amigos en el Gobierno que, tras cometer un delito, puedan indultarte, como si viviéramos en Jauja. Lo demás, como escribió Shakespeare en Hamlet, es silencio.
El mismo derecho, seguía argumentando el rosarino, tiene a ser indultado el señor Rubiales por un beso que, con las manos en las mejillas apenas si pudo verse (el beso, para que pueda ser punible ha de ser libación no consentida, es decir, achuchada). El mismo derecho, digo, que la señora Borrás, alta y generosa ella con los dineros ajenos, como cuando aquí gobernaba el peronismo.
En mi juventud se me quejaba una amiga de que a ella, a pesar de que solía exponerse, no la violaron nunca. Ni siquiera un besito, vamos, que estoy seguro nunca hubiera denunciado. Y eso que salía por las noches, buscando las estrechuras de la luna, a ver si un fueguecillo distinto le llegaba.
Beso visto para sentencia. Y Hamlet con los ojos tapados.
¿Qué diría Hamlet si hubiese visto ese beso? Lo de España no tiene parangón. tantos días de juicio, tanto dinero empeñado, por un simple beso!