Hace un par de días publiqué el sufrimiento de Ulises cuando uno de sus compañeros destapó el Cofre de los Ventos y se dislocaron sobre su embarcación las tempestades. Algo parecido nos ocurría en España y por eso pedí un tapón para que no sufriéramos de golpe tantos vendavales.
Si yo fuera Presidente del Gobierno— lejos estuve siempre de semejante honor–, convocaría ya elecciones generales, aprovechando las encuestas publicadas ayer mismo por su encuestador favorito, dándole un margen, más que suficiente, para seguir en el Falcon, bendiciendo desde la escalerilla a todos los que al pie le despiden con el solemne fervor que acostumbran.
Ahora que al prófugo de Waterloo se le ha subido a la cabeza el humo de las castañas, exigiendo más cascabeles de plata para que no se duerman los suyos; y el Junqueras hermoso, que no se sabe si ve o parpadea, vuelve como la burra al trigo.
Aproveche, señor Presidente y no especule con su particular margarita, que su encuestado favorito es más verdad que el cielo y la tierra, por eso Dios no acude, dejando a los españoles vehementes que hagamos juntos el milagro.