Fue el vicepresidente JD Vance el último en reunirse con el Papa Francisco, durante el Domingo de Pascua.
En redes sociales, Vance indicó que el encuentro fue una sorpresa, pues no estaba en la agenda de su vista a Roma y que se produjo por invitación del propio Pontífice.
Si bien ambos no comulgaban con algunas ideas, incluida la inmigración, abrieron un espacio para el diálogo, aunque fuera por unos minutos.
No es difícil imaginar la preocupación del recién fallecido Obispo de Roma, ante los nuevos desafíos.
La inmigración, por ejemplo, sigue acaparando titulares por la polémica batalla legal entre la Casa Blanca y las Cortes.
El caso de Kilmar Ábrego García, quien fue deportado a una prisión de máxima seguridad en El Salvador a pesar de un fallo de la Corte de Apelaciones del cuarto distrito que ordenó a la administración Trump “facilitar” su regreso a Estados Unidos.
Pero para Jed Rubenfeld, profesor de Derecho de Yale, la Casa Blanca no está legalmente obligada a «efectuar» el regreso de Abrego a Estados Unidos, pues, «Facilitar significa facilitar algo… Efectuar significa hacer que algo suceda». La Corte Suprema usó el término «facilitar».
El incidente se origina en una orden judicial de 2019 que establece que, Abrego, quien entró ilegalmente al país, puede ser deportado, pero no a El Salvador, su país de origen, por enfrentar amenazas de extorsión y muerte.
Igualmente, la Corte Suprema estadounidense bloqueó el intento de la administración de deportar a migrantes venezolanos acusados, sin el debido proceso, bajo la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, de afiliación a la pandilla, Tren de Aragua.
Los retos no terminan ahí.
En el área educativa, el Ejecutivo puso en la mira en escuelas y universidades con políticas de diversidad, equidad e inclusión, amenazándolas de retirar la financiación federal. A la Universidad de Harvard, se le congelaron 2.200 millones de dólares en subvenciones por resistirse.
En la economía mundial, Washington ha causado conmoción con la imposición de altas tasas a los productos exportados a Estados Unidos.
En un mensaje reciente, el presidente de la Reserva Federal, (FED) Jerome Powell, aunque reconoció la fortaleza de la economía estadounidense, expresó preocupación por el impacto de los aranceles sobre la inflación y la política monetaria.
Sin embargo, el presidente, Donald Trump confía plenamente en que va por buen camino.
Tras cumplir tres meses desde su victoria electoral, el mandatario durante sus pronunciamientos casi diarios desde el Despacho Oval sostiene que toda marcha en consonancia con sus objetivos políticos.
Ya sea la guerra comercial que se libra actualmente o las guerras en Ucrania y Gaza, Trump está convencido de que está en el camino correcto para «hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande».
En lo internacional, su promesa de finalizar la guerra en Ucrania sigue pendiente, frustrada por la obstinación del presidente ruso, Vladimir Putin, quien continúa en la guerra con mayor vigor.
Tanto el conflicto en Ucrania como la creciente capacidad de Irán para desarrollar armas nucleares seguirán siendo los principales temas de seguridad que la Casa Blanca deberá resolver.
Mientras, Trump parece haber renunciado a lograr un alto el fuego en Gaza, dejando a Israel hacer lo que considere necesario.
Los esfuerzos diplomáticos, respaldados por amenazas, se centrarán en Moscú y Teherán y si no dan resultados, hay la probabilidad de que la guerra en Ucrania se prolongue y que Teherán opte por una bomba nuclear.
Según el Organismo Internacional de Energía Atómica, Irán está en condiciones de fabricar una bomba nuclear, en cuestión de semanas.
Nadie quiere otra guerra, por lo que es probable que los esfuerzos diplomáticos se intensifiquen en ambos frentes, en las próximas semanas.
*Por su interés reproducimos este artículo de Sonia Schott publicado en Diario las américas.