Hoy: 1 de noviembre de 2024
Uruguay celebró elecciones generales el domingo pasado en un contexto de apatía e indecisión entre los votantes, quienes elegirán entre la continuidad de la coalición de centroderecha encabezada por el Partido Nacional o el regreso del izquierdista Frente Amplio al poder.
Más de 2,7 millones de uruguayos fueron convocados a las urnas para escoger presidente, vicepresidente, senadores y diputados, así como para votar en dos plebiscitos sobre seguridad y pensiones. La jornada comenzó tranquila, con algunos centros de votación registrando filas desde temprano, mientras figuras destacadas como el expresidente José Mujica acudieron a votar, recordando la importancia de “apuntalar a la democracia”.
El desinterés general de los votantes marcó la campaña electoral, algo que preocupa a políticos y analistas. Mujica comentó que la campaña estuvo “un poco distraída” y destacó la necesidad de atraer el interés de los jóvenes, pues, según él, si no logran “enamorarlos” políticamente, la democracia uruguaya corre el riesgo de perder su participación. Este contexto de apatía podría hacer que el voto de los indecisos, que representa entre el 10% y el 14% del electorado, sea decisivo para alcanzar el 50% necesario para ganar en primera vuelta o forzar una segunda, programada para el 24 de noviembre.
En la contienda, el izquierdista Yamandú Orsi, del Frente Amplio, lidera las encuestas con más del 40% de intención de voto, seguido por Álvaro Delgado del Partido Nacional y Andrés Ojeda del Partido Colorado. Sin embargo, la falta de propuestas claras ha impedido a cualquiera de los candidatos destacar contundentemente, reflejando la complejidad del escenario político actual. La apatía ciudadana y una campaña sin la tradicional movilización uruguaya sugieren que muchos ciudadanos ven esta elección sin expectativas de cambios profundos, como explicó el analista Julián Kanarek.
Además de los cargos electivos, los ciudadanos votan sobre dos reformas importantes: la primera busca levantar la prohibición de redadas policiales nocturnas en los hogares, respaldada por el oficialismo en respuesta a la inseguridad. La segunda, sobre la reforma de pensiones, impulsada por sindicatos, propone restaurar la jubilación a los 60 años y eliminar la administración privada de fondos de pensiones, buscando un sistema exclusivamente público. Ambos plebiscitos han generado un intenso debate y, en palabras de Kanarek, “ni la izquierda está de acuerdo” plenamente en la reforma de pensiones.
Las encuestas señalan una posible victoria del Frente Amplio, lo cual significaría su regreso al poder tras cinco años de gobierno del Partido Nacional, liderado por el presidente Lacalle Pou, quien deja el cargo con un 50% de aprobación. A pesar de su popularidad, Pou no pudo transmitir su respaldo al candidato Delgado, quien enfrenta el reto de mantener la continuidad de su coalición sin el apoyo contundente del electorado. Esto se evidenció en las primarias de junio, donde solo el 35% de los votantes acudió a las urnas, la tasa más baja en la historia del país.
Expertos señalan que, a diferencia de otras naciones, el debate político en Uruguay no se polariza en extremos, sino en “matices”, como señala el politólogo Agustín Canzani. La competencia se da entre dos bloques de centro: uno de izquierda y otro de derecha, enfocados en mejorar la competitividad y reducir la pobreza infantil. Este vaivén político, característico del país, refleja la estabilidad de una democracia en la que el cambio de poder es más de enfoque que de ideología profunda.