Durante años, en muchas aulas y hogares catalanes se ha inculcado una visión del separatismo que presenta a España como un ente hostil hacia Cataluña. Sin embargo, para muchos, el acceso a la información y la posibilidad de contrastar discursos han sido clave para cambiar de perspectiva.
La transformación de pensamiento de esta joven catalana no comenzó con un hecho puntual, sino con una acumulación de experiencias y datos que le hicieron cuestionar la versión que había escuchado desde pequeña.
Al ampliar sus fuentes de información, dejó de depender exclusivamente de los medios tradicionales catalanes, como TV3 o Catalunya Ràdio, y comenzó a descubrir otros puntos de vista.
El verdadero punto de inflexión llegó cuando empezó a viajar por España. Visitar ciudades como Madrid, Sevilla y Granada le permitió comprobar de primera mano que el odio hacia los catalanes no era real. Al contrario, fue recibida con calidez y curiosidad, lo que contrastaba con el relato de rechazo que le habían transmitido en su entorno.
El separatismo, que en su infancia se presentaba como una verdad absoluta, empezó a desmoronarse a medida que acumulaba experiencias personales que contradecían lo aprendido. Se dio cuenta de que la historia de España no se ajustaba a las narrativas que le habían inculcado en su educación. La realidad era mucho más compleja que los mensajes simplificados que se repetían en determinados sectores políticos y mediáticos.
Hoy, con más perspectiva, insiste en que seguirá señalando las contradicciones del separatismo. «Nos decían que los españoles odiaban a Cataluña y es mentira», señala. Para ella, el conocimiento, la experiencia y la libertad de pensamiento fueron las herramientas que le permitieron desmontar lo que, en sus propias palabras, considera «una gran mentira».