El consumo frecuente de refrescos, jugos industrializados y bebidas light no solo se asocia con el aumento de peso o la diabetes, sino también con un riesgo creciente de enfermedad hepática, advierten expertos en salud. En países como México, donde el consumo de bebidas azucaradas está entre los más altos del mundo, este problema se ha convertido en una amenaza para la salud pública. Los especialistas alertan de que la relación entre estas bebidas y el daño al hígado es cada vez más clara.
La enfermedad conocida como MASLD (Metabolic dysfunction-Associated Steatotic Liver Disease), antes llamada hígado graso no alcohólico, se caracteriza por la acumulación de grasa en el hígado sin consumo excesivo de alcohol. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta ya a más del 25% de los adultos en el planeta, convirtiéndose en la forma más común de enfermedad hepática. Aunque inicialmente puede pasar desapercibida, su evolución puede causar inflamación, fibrosis, cirrosis e incluso cáncer de hígado o necesidad de trasplante.
Durante la Semana Europea de Gastroenterología Unida (UEG Week) celebrada el 6 de octubre de 2025 en Berlín, una investigación reveló datos alarmantes sobre el vínculo entre las bebidas azucaradas y esta enfermedad. El estudio mostró que consumir solo 250 mililitros diarios —equivalentes a menos de una lata de refresco— aumenta en un 50% el riesgo de desarrollar MASLD. Aún más preocupante es que las versiones “sin azúcar” o dietéticas podrían incrementar el riesgo hasta en 60%.
El investigador Lihe Liu, autor principal del estudio, explicó que las bebidas azucaradas provocan picos de glucosa e insulina, lo que fomenta la acumulación de grasa en el hígado y eleva el riesgo de otros trastornos metabólicos como diabetes tipo 2 y síndrome metabólico. En el caso de las bebidas endulzadas artificialmente, aunque no contienen azúcar, pueden alterar el microbioma intestinal, modificar la sensación de saciedad y estimular el apetito por sabores dulces, generando hábitos poco saludables que también afectan al hígado.
Finalmente, un análisis de Mayo Clinic respalda esta evidencia, indicando que los edulcorantes artificiales pueden causar alteraciones metabólicas, resistencia a la insulina y aumento del apetito, factores que indirectamente contribuyen al desarrollo de enfermedades hepáticas. Los especialistas coinciden en que reducir el consumo de estas bebidas y fomentar hábitos alimenticios más naturales es una medida urgente para proteger la salud hepática y prevenir una crisis sanitaria global.