Aunque la ficción permite abordar una amplia variedad de temas, estilos y perspectivas, cada país cuenta con episodios históricos que merecen ser revisados. En España, el cine y las series han explorado momentos clave como las colonias americanas en 1898. Los últimos de Filipinas, la Inquisición en Los fantasmas de Goya, la Guerra Civil en La trinchera infinita o figuras históricas como los Reyes Católicos en Isabel y la reina Victoria Eugenia en Ena.
Sin embargo, uno de los temas que más ha costado tratar en la pantalla ha sido el terrorismo de ETA. Durante décadas, su enorme carga de dolor frenó a los creadores, pero en los últimos años este capítulo oscuro se ha convertido en una cuestión esencial para rendir homenaje a las víctimas y reconocer la labor de quienes contribuyeron a erradicar la violencia.
Este cambio ha dado lugar a una oleada de ficciones que abordan el tema desde diferentes ángulos, como La frontera, La línea invisible, Maixabel (que valió un Goya a Blanca Portillo) o La infiltrada, galardonada en los Goya 2024 por su duro retrato del trabajo policial en territorio hostil durante los años más sangrientos de la banda.
Por ello, cuando se anunció que Netflix preparaba una nueva película sobre este contexto junto a los productores de La sociedad de la nieve y bajo la dirección de J. A. Bayona, la expectación fue máxima.
Muchos se preguntaron si sería una historia similar a La infiltrada. Sin embargo, según recoge Nora Cámara en Diez Minutos, Un fantasma en la batalla se ha revelado como una propuesta distinta y complementaria. Aunque ambas producciones parten del mismo punto (la infiltración de una agente en ETA), difieren en su enfoque.
La infiltrada (Arantxa Echevarría, 2024) se apoya en la tensión del thriller para mostrar el desamparo y las renuncias de una protagonista abandonada por la administración mientras se juega la vida por la causa. Un fantasma en la batalla, en cambio, adopta un tono más reflexivo y analítico. Vincula la ficción con la realidad y ofrece una mirada más profunda al compromiso de los agentes que convivieron con los terroristas por la paz en España.
Agustín Díaz Yanes, su director, logra una representación fiel del contexto histórico, como ya hiciera en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto o Sin noticias de Dios. En esta ocasión incorpora imágenes reales a lo largo del metraje, en un guiño documental que recuerda la auténtica lucha social, política y policial, especialmente la de los implicados en la Operación Santuario, que desmanteló decenas de zulos de ETA en 2004, en los últimos años de la organización.
Además, la fuerza de Un fantasma en la batalla recae principalmente en su reparto. Susana Abaitua, que ya había abordado el tema en la serie Patria, ofrece una interpretación contundente, distinta y madura. Su trabajo, junto al de Andrés Gertrúdix, Iraia Elías, Raúl Arévalo, Ariadna Gil, Almagro San Miguel, Mikel Losada y otros, dota a la película de una gran credibilidad.
No obstante, el resultado es una obra que combina la humanidad con el realismo histórico. Un relato que no solo retrata la dureza de la lucha contra ETA, sino que invita a la reflexión sobre un pasado reciente que marcó a toda una generación y que España no desea volver a revivir.