Las recientes declaraciones de Donald Trump han vuelto a sacudir el tablero político internacional. En una entrevista en la que no dejó espacio para los matices, el expresidente estadounidense presentó una imagen de Europa al borde del colapso, debilitada, según él, por sus decisiones migratorias y por una obsesión con la corrección política que estaría frenando su capacidad de reacción. Con su estilo directo y provocador, Trump recuperó uno de sus discursos favoritos: la idea de que Europa se tambalea mientras Estados Unidos debe mostrarse firme y decidido.
Trump insistió en que el continente europeo está viviendo un proceso de “autodestrucción” alimentado por líderes que, en su opinión, se han vuelto “débiles” y excesivamente preocupados por no incomodar a nadie. Para él, esa actitud ha derivado en políticas migratorias demasiado permisivas, que habrían permitido la entrada de “millones de personas” y generado un aumento de la criminalidad. Puso como ejemplo a Suecia, país que describió como un antiguo paraíso de seguridad que ahora enfrenta problemas crecientes.
En su análisis, el magnate también señaló a Alemania como un caso paradigmático. No dudó en responsabilizar directamente a Angela Merkel por lo que considera dos grandes errores: la gestión de la inmigración y la política energética. A pesar de estas críticas, Trump aseguró que mantiene amistades entre los líderes europeos, aunque no evitó subrayar que, a su juicio, “Europa no está haciendo un buen trabajo”.
Además, recordó su apoyo a figuras políticas internacionales como Viktor Orbán o Javier Milei, como prueba de que sus intervenciones suelen influir en los resultados políticos fuera de Estados Unidos. Ese rol, afirmó, lo sitúa en el centro del escenario internacional. Incluso aseguró que dentro de la OTAN muchos lo consideran casi una figura paternal, destacando que durante su mandato impulsó notables aumentos en el gasto en defensa, según Europa Press.
Uno de los ejes centrales de su discurso fue, una vez más, la migración. Trump celebró lo que presenta como un logro personal: haber frenado la llegada de personas a Estados Unidos hasta alcanzar, según él, cifras cercanas a cero. Comparó esa situación con lo que ocurre en Europa, donde afirma que llegan personas “de todas partes”, incluso, según sus palabras, procedentes de prisiones de diversos países.
El expresidente también aprovechó para criticar a figuras concretas, como el alcalde de Londres, Sadiq Khan, a quien acusa de haber convertido la ciudad en un “lugar horrible”. Para Trump, la consecuencia más grave del rumbo europeo es que la llegada de nuevos perfiles migratorios estaría transformando la esencia ideológica del continente.
Su mensaje final fue un llamamiento, o una advertencia, dirigido a los líderes europeos: deben darse cuenta de que las decisiones actuales pueden hacer que sus países dejen de ser funcionales. Un discurso contundente, polémico y que, como suele ocurrir con Trump, no ha pasado desapercibido.