Tambores de guerra en el Caribe venezolano

8 de septiembre de 2025
3 minutos de lectura
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump no reconoce al Gobierno de Venezuela y define al presidente venezolano, Nicolás Maduro como líder del cartel de los soles, una organización narcocriminal que exporta droga al país del Norte

Con desembarco de tropas o limitándose al lanzamiento de misiles Tomahawk, el ataque norteamericano tendría que incluir también la jefatura militar

Parece a contramano de sus esfuerzos por obtener un Nobel de la Paz, pero el despliegue militar ordenado por Donald Trump frente a las costas de Venezuela parece destinado a desembocar en un ataque norteamericano contra la dictadura de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.

Que ambos hayan sido acusados por Washington de ser los máximos jefes del Cartel de los Soles, deja en claro que de lanzarse una operación militar sobre Venezuela, la misma apuntaría al Palacio de Miraflores y a los ministerios que maneja el número dos del régimen.

Con desembarco de tropas o limitándose al lanzamiento de misiles Tomahawk, el ataque norteamericano tendría que incluir también la jefatura militar. Decapitar el régimen chavista para que asuma el poder el verdadero vencedor de la elección presidencial del año pasado parece explicar mejor un despliegue naval que resulta absolutamente desmesurado para tratarse, como dice la Casa Blanca, de una operación contra el narcotráfico.

Consecuencias de una acción militar directa

Si se llegara a producir una acción militar directa de Estados Unidos en Venezuela, una consecuencia positiva sería que la dictadura chavista se desmorone velozmente, o se destruya desde adentro, modificando la realidad de manera suficiente para que se cumpla la voluntad popular masivamente expresada en las urnas venezolanas de que Edmundo González Urrutia asuma la presidencia e inicie la democratización y reconstrucción del Estado de Derecho.

Pero hay riesgos de contraindicaciones nefastas. De hecho, se trataría de la primera acción militar directa de Estados Unidos en Sudamérica, donde realizó muchas injerencias provocando golpes de Estado, pero no hizo ataques directos ni desembarcos.

Eso siempre ocurrió en Centroamérica y en el Caribe, pero no en Sudamérica. La lista de invasiones y ataques en el istmo y en las islas caribeñas es larguísima. Para no ir más allá del siglo 20, basta con recordar las invasiones a Nicaragua en 1912 y en 1933; a República Dominicana, ordenada por Lindon Johnson en 1965 ante un estado de guerra civil; también la invasión de Grenada lanzada por Ronald Reagan en 1983 para derribar al líder marxista Maurice Bishop; la Operación Causa Justa que derribó el narco-régimen del general Noriega en1989 y la invasión de Haití, en 1995, para derribar la dictadura del general Cedrás y restituir en el poder al presidente izquierdista democráticamente elegido Jean-Bertrand Aristide.

Las injerencias, en general golpistas, no alcanzan para dimensionar las consecuencias que podría tener una intervención militar directa de Estados Unidos en un país sudamericano aunque el blanco sea una dictadura calamitosa, un régimen forajido.

Venezuela no es Panamá

La invasión ordenada por George Herbert Walker Bush al pequeño país centroamericano se hizo desde adentro. El grueso de las tropas invasoras salieron de Fort Clayton y de las otras bases norteamericanas situadas en la zona del canal interoceánico.

Venezuela es un territorio mucho más extenso y no hay bases militares de Estados Unidos en su interior. Por eso, es difícil pronosticar las consecuencias de una operación militar directa.

El hecho es que, de ocurrir, Argentina podría quedar involucrada. Ya hay un antecedente. En 1992, cuando Estados Unidos lanzó la Operación Tormenta del Desierto para expulsar de Kuwait al ejército iraquí, por pedido o por presión de la Casa Blanca el gobierno de Menem envió dos naves de guerra: el destructor Almirante Brown y la corbeta Spiro.

Ahora, el secretario de Estado Marco Rubio dice que muchos países apoyan la operación militar en el Caribe, pero sólo nombró cinco: Argentina, Ecuador, Trinidad y Tobago, Paraguay y Guyana.

La primera ministra de Trinidad y Tobago, Persad Bissessar, desde junio denuncia amenazas militares por parte de Maduro y Diosdado Cabello, quienes a su vez dicen que en esas islas tienen sus bases organizaciones terroristas enemigas de Venezuela.

Guyana también tiene razones para apoyar una operación contra la dictadura chavista. La más grande y clara es el intento de Maduro de quitarle la totalidad de la región Esequibo.

Ecuador y Paraguay tienen graves problemas con el narcotráfico, aunque los carteles ecuatorianos tienen más vínculos con los carteles mexicanos que con el de los Soles. El gobierno paraguayo tiene más justificación que los de Ecuador y Argentina, porque desde Colombia y Venezuela se habría alimentado el narcotráfico que generó la guerrilla Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), que en el 2004 asesinó a Cecilia Cubas, la hija del ex presidente Cubas Grau.

Hacer un análisis serio y profesional

Más allá de lo aborrecible que sea un régimen, y la dictadura residual chavista que encabeza Maduro, acciones militares que exhiben amplio margen de consecuencias imprevistas debieran ser analizadas con mucha seriedad y profesionalismo. No pueden depender de los alineamientos ideológicos del presidente de turno.

En el caso de Argentina, se estaría dando una situación similar a la de la década del noventa, que implicó el apoyo con buques militares argentinos a la guerra que liberó a Kuwait de la invasión iraquí: la política exterior alineada con lo que dicte Washington, a la que el ex canciller Guido Di Tella llamó “relaciones carnales”.

Por su interés reproducimos este artículo de Claudio Fantini publicado en el Diario de CuyoTambores de guerra en el Caribe venezolano

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