Ah, ¡cuánta bondad pretendida en esta Ley de la Memoria Democrática! […] “Quieren ser libres y no saben siquiera ser justos”
En “Humo”, la excelente novela de Benítez Reyes, un tal Vicente Aguado, cuya profesión es “distraerse”, pregunta a su contertulio de ocasión qué son las sombras. Antes de que al sorprendido le dé tiempo a abrir la boca, Aguado le responde:
-“Usted habrá oído hablar de esa candorosa leyenda del ángel de la guarda, ¿no es así? Pues las sombras son algo parecido, solo que al revés: ellas son ángeles adversos. A quien le caiga encima una sombra, ya va listo. Las sombras ponen a la multitud muy melancólica y meditabunda. Alteran los sueños, hacen que la gente se enamore de la persona equivocada, te hacen ir por la calle en la que te vas a encontrar con un navajero o con un amigo sablista”.
… En los últimos tiempos pareciera que a los españoles nos han invadido esas sombras-ángeles-perversos que nos invitan con sorna a pasar por las calles adonde están agazapados los recuerdos que nos dividieron, los tiros que nos mataron.
A los muertos los levantan ahora de sus tumbas para un ajuste de cuentas. Y a los vivos, que solo sabemos de aquello lo que nos contaron, quieren azotarnos con el viento de la confusión, señalando otra vez quiénes fueron los malos y quiénes los buenos que, según los promotores de la ley, fueron los suyos, presentados a la sociedad como personas indefensas entregadas al martirio.
Ah, ¡cuánta bondad pretendida en esta Ley de la Memoria Democrática! Disculpen que a esta ironía añada un matiz de Siéyes, el político francés muerto en París en 1836 que, al ver los excesos de la Revolución Francesa, exclamó: “Quieren ser libres y no saben siquiera ser justos”.
¿En qué cabeza cabe ser libre después de encender la memoria atribulada? ¿Qué civilización es esta en la que se permite que el mundo de la sombra disponga a su antojo el silencio y el olvido de los que también sufrieron, ¿Qué libertad puede venir después de haber desnucado los recuerdos?
La vida es un grito al que se tiene derecho. Y la memoria ha de ser purificada para que la verdad de todo el que ha vivido no quede malograda en la torpe ruina de las ideologías.
Menos mal que Dios no tiene memoria.