La novela, publicada en 1991, dirá adiós a su adaptación en el teatro después de que José Sacristán anunciara su retirada de los escenarios en 2023
Miguel Delibes es uno de los escritores cuyo legado ha quedado incrustado con más fuerza en la memoria de la población española. Los cinéfilos lo recordarán por la adaptación que Mario Camus hizo de Los santos inocentes en los años 80. Los amantes del teatro atesorarán el recuerdo de una inmensa Lola Herrera en Cinco horas con Mario. Incluso los adolescentes que se vieron obligados a leer alguno de sus libros como parte del temario de Bachillerato ostentarán alguna difusa reminiscencia de su figura.
Sin embargo, los que, modestia aparte, nos consideramos aspirantes a literatos, lo hemos venerado como una suerte de deidad del lenguaje, capaz de sumirnos en un hipnótico magnetismo con el cálido abrazo de sus palabras y la fluidez de su prosa, suficientes para convertir unas obras sin grandes genialidades argumentales ni enrevesados giros de guion en brillantes producciones artísticas.
Señora de rojo sobre fondo gris (1991) es, sin lugar a dudas, su texto más íntimo. Con un marcado componente autobiográfico, la novela nos calza las botas de Nicolás, un pintor otrora prestigioso venido a menos tras la enfermedad y posterior fallecimiento de su esposa Ana. El protagonista rememora el tiempo invertido con ella en una conversación con una de sus hijas, que no interviene en ningún momento de la narración. Delibes despliega de esta manera un monólogo tierno y desgarrador que es, al mismo tiempo, una honda elegía sobre el amor perdido.
José Sacristán ha sido el encargado de llevar al Teatro Bellas Artes de Madrid la adaptación del texto original en una función que no supera la hora y media de duración y que pone el broche de oro a la carrera profesional del actor en los escenarios. La obra, en el mercado desde 2018, dejará de ser representada en algún punto indeterminado del próximo año 2023.
Tal y como ya se ha esbozado, el estilo es quizás el rasgo más distintivo del autor pucelano y es en Señora de rojo sobre fondo gris donde alcanza su mejor y más depurada manifestación. La cercanía de la trama con los sucesos que sacudieron su vida ha movido a Delibes a pulir aún más el diamante literario, a aplanar la última arruga de una redacción ya de por sí tersa. La selección de un léxico adecuado a cualquier circunstancia no impide, sin embargo, que el lector disfrute de esa mezcla de cotidianidad y erudición tan presente en todos sus trabajos.
El tema central de la novela es el amor, que termina ramificándose en otros tópicos como el dolor, la muerte o la ausencia. Nicolás relata las vivencias con su media naranja huyendo de arquetipos shakesperianos y decimonónicos sobre la eterna incomprensión y los corazones rotos. Al contrario, el amor de Delibes es aquel que se macera a fuego lento con el paso de las décadas, sustentado siempre en una saludable idealización fruto de la devoción inmarcesible que no por ello oscurece la visión de los defectos de la otra persona. El plato de la balanza en el que se amontonan las virtudes de Ana rebosa tantos detalles positivos que el contenido del otro plato, aunque existente, apenas es digno de mención.
Las tribulaciones de Nicolás dificultan su trabajo como pintor, conduciéndole irremisiblemente a un bloqueo creativo que cree insoslayable y crónico. El mal del artista queda perfectamente inmortalizado en todas sus facetas, desde la presión por satisfacer a las galerías hasta las inseguridades que genera el estancamiento y que se achacan a la certeza, en la mayoría de casos infundada, de que la fuente de nuestro talento ha agotado sus últimas reservas. Delibes reflexiona sobre los motivos que empujan al protagonista a deslizar el pincel sobre el lienzo y si estos guardan relación con la búsqueda perpetua de aprobación conyugal.
Señora de rojo sobre fondo gris es una novela deliciosa en la forma y entrañable en el contenido que retrata como ninguna otra un amor duradero sin ambages ni florituras caballerescas. Un argumento sencillo y apenas un centenar de hojas bastan a Delibes para demostrar al lector que merece la pena esperar a la persona correcta. El tiempo y la convivencia estarán ahí, día tras día, para darnos la razón.