Romper hoy para no tener mañana

30 de abril de 2025
5 minutos de lectura
Niños palestinos comen alimentos entregados por una organización caritativa en medio de la ofensiva militar de Israel contra la Franja de Gaza. | Fuente: EP
JORGE BELLO

Decía los otros días que el poder es una enfermedad, extensiva y contagiosa, cuyos síntomas están a la vista, basta mirar en derredor. Por ejemplo, durante la segunda quincena de marzo, los bombardeos israelíes sobre Gaza dejaron un tendal de cadáveres infantiles.

Según informa Unicef, Israel mató a 322 menores de edad durante esta segunda mitad de marzo. Esta cifra incluye a las víctimas pediátricas del bombardeo a un hospital, el 23 de marzo, pero no incluye a las víctimas escolares del bombardeo a una escuela, el 4 de abril, que fueron al menos 18 chicos y 9 adultos.

Consultando la lista oficial de muertos en Gaza, que está disponible, se puede ver que las primeras veintisiete páginas de esta lista están ocupadas por los bebés menores de un año que murieron por causa de la violencia bélica israelí. Desde el comienzo de la invasión, murieron 876 bebés menores de un año.

Esta lista, que es rigurosa y que se actualiza de manera periódica, tiene algo más de mil quinientas páginas, y allí constan los muertos oficiales, que son menos que los reales, ordenados según la edad que tenían al morir.

De cada uno consta el nombre y apellido, así como el género y otros datos. Hay en total unos 50.000 muertos. Se sabe que además hay unos 20.000 desaparecidos, que se dan por muertos y que probablemente están bajo los escombros.

Más o menos un tercio de todos los muertos son bebés, niños o adolescentes. Tan alta proporción de muertos infanto-juveniles puede sin duda deberse a que bombardean áreas urbanas densamente pobladas, y que en estas áreas vive una alta proporción de bebés, chicos y adolescentes.

Al mismo tiempo hay que pensar que quien hoy mata chicos, busca tener menos enemigos para mañana.

Quien rompe una vida hoy, no la tendrá mañana. Suena lógico, parece una estrategia, y provoca escalofríos, y ganas de vomitar. Pero no sería la primera vez que el infanticidio se planea y se lleva a cabo con fines concretos, aunque inconfesables.

En este caso, el infanticidio parece estar dentro de un plan más ambicioso de limpieza étnica cuyo objetivo, del que ya se habla sin disimulo, sería quedarse con todo el territorio.

En un conflicto bélico, los chicos son más vulnerables a las bombas que los adultos. La bomba produce una onda expansiva de gran violencia que provoca daño grave sobre todo en los pulmones, el cerebro, los oídos y el intestino, y los niños son más blandos que los adultos.

Al analizar las heridas de los supervivientes se observa que éstas predominan en la cabeza cuando se trata de niños, pero predominan en las piernas si son adultos. La cabeza infantil es más blanda y está más cerca del suelo, y la del bebé es, en proporción al cuerpo, más grande.

Dado que los niños son más livianos que los adultos, la onda expansiva los arranca y los desplaza con más violencia, y más lejos, y con más violencia los arroja contra una pared o un montón de escombros.

La onda expansiva tiene un efecto todavía más devastador cuando la bomba cae en zona urbana, porque a las esquirlas metálicas de la bomba se le suman fragmentos de ladrillo, cemento, hierro, etc., que impactan sobre un cuerpo blando y le provocan gran daño adicional. Eliminar niños y jóvenes es intentar eliminar el futuro.

Pero si es evidente que pueden eliminar bebés, niños y jóvenes con impunidad, también es evidente que en la misma proporción crece y crecerá el odio, y todas sus consecuencias.

En 2019 se editó un manual, en inglés, que detalla con criterio práctico qué se debe hacer en estos casos, y cómo hacerlo con escasos recursos.

Se trata de «Paediatric blast injury field manual». Es un manual médico y de enfermería que cuenta con todo el aval científico. Es sencillo y didáctico, y está dirigido a todos los que estén dispuestos a ayudar en caso de explosión con niños presentes.

Este manual dedica su última página a insistir en que, aún muerto, aún difícil de reconocer a causa de las extensas heridas, un niño tiene derecho a que al menos su nombre se inscriba en una lista de muertos.

Insiste en que se identifiquen todos los cadáveres y los restos humanos. El manual es gratis en internet, y está maquetado de tal manera que cada página se puede ver bien en la pantalla de un celular, incluso sin conexión.

A finales de marzo, un grupo de médicos de Israel publicó una carta para rechazar la violencia sobre Gaza y para reclamar el cese bilateral de las hostilidades.

En abril, un conjunto de más de mil intelectuales judíos de renombre unieron sus firmas para pedir lo mismo. Seguro que todos ellos saben, como nosotros, que el poder es una enfermedad cuyos síntomas están a la vista.

Niños y mpox

Si las bombas afectan más a los niños que a los adultos, ahora una enfermedad de los adultos afecta más a los niños. Se trata de la viruela del mono, mal llamada de esta manera porque resulta despectiva y estigmatizante.

La Clasificación Internacional de Enfermedades ya no la registra con este nombre, sino que lo hace como mpox. En castellano podría escribirse como se pronuncia, «emepox», pero esto no es oficial.

Aunque la mpox es conocida desde hace más de medio siglo en África, ganó notoriedad hace unos años cuando se registraron casos en Estados Unidos y en Europa.

La enfermedad era sobre todo cosa de adultos, en especial de hombres, y se relacionaba con la actividad sexual. En estos países, la enfermedad se pudo controlar rápido gracias a la prevención y a la vacuna. Pero la vacuna no está autorizada para menores de 12 años.

Pero en buena parte de África, regiones pobres y sobre todo olvidadas, desatendidas, la mpox no está en absoluto controlada sino que se ha convertido en una epidemia. En efecto, la enfermedad afecta a un alto porcentaje de niños.

He aquí unos datos para comparar. En 2022, en Estados Unidos el porcentaje de menores de 18 años afectados no llegaba ni al uno por ciento, y entre estos no hubo casos graves. En 2024, en el Congo, más de las tres cuartas partes de los casos de mpox tienen menos de 15 años de edad. De estos, sobre todo menores de 4 años, muere uno de cada diez por causa de la enfermedad o de sus complicaciones.

Queda visto, entonces, que esta enfermedad se comporta de una manera mucho más agresiva en África que como lo hizo en Estados Unidos y Europa. Los científicos ya han encontrado la explicación para este tan triste fenómeno. Por un lado, la cepa del virus que afecta en África es distinta, sin duda más virulenta.

Por otro lado, la mpox se transmite tanto de persona a persona como de animal a persona, y se ensaña en particular, y ocasiona una enfermedad más grave, cuando el niño está desnutrido o sus defensas están bajas por haber tenido, poco antes, por ejemplo, varicela o sarampión.

En otras palabras, la mal llamada viruela del mono es una enfermedad grave para los chicos de África. Y esto en buena parte se debe a factores relacionados con la pobreza, el olvido y la negligencia. Una vez más queda bien a la vista que mala salud y pobreza, e infortunio, son tres partes de una misma desgracia.

*Por su interés reproducimos este artículo de Jorge Bello publicado en El Litoral.

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