En el Manchester City hay ilusión… pero también cautela. Rodri ha vuelto a pisar césped con el grupo, siete meses después de que su rodilla dijera basta en un duelo ante el Arsenal. Desde entonces, los ‘sky blues’ han sentido su ausencia como se siente el silencio en mitad del Etihad: desconcertante, incómodo, impropio de un equipo hecho para dominar.
“Estamos encantados de verle entrenar, pero no soy médico”, respondió Pep Guardiola con su estilo habitual, mezcla de diplomacia y escepticismo, ante las insistentes preguntas sobre un posible regreso exprés del centrocampista. El diagnóstico inicial fue demoledor: ligamento cruzado anterior roto, temporada prácticamente descartada. Pero Rodri no se ha rendido. El Balón de Oro de 2024, alma del centro del campo del City y motor de la selección española campeona de Europa, ha hecho piña con fisios, médicos y voluntad para acortar plazos.
Y es que el calendario aprieta. El City jugará la final de la FA Cup el 17 de mayo y el Mundial de Clubes en junio. Pero Guardiola no se moja: “Lo importante ahora es que entrene hoy, que entrene mañana, que se sienta mejor cada día… y que no se rompa otra vez”. A día de hoy, no hay fecha para verle competir, pero sí una esperanza firme de que no todo está perdido.
El conjunto mancuniano va cuarto en la Premier y su plaza en la próxima Champions aún no está asegurada. Con 34 jornadas disputadas, cada punto es oro. Y Rodri, más que un jugador, es el termómetro de este equipo. Sin él, el City ha perdido control, ritmo e ideas. Una losa que pesa. Guardiola lo sabe.
Para el duelo de este viernes ante el Wolverhampton, tampoco se espera a Erling Haaland. El noruego arrastra molestias en un tobillo desde marzo. “Está mejor, pero no creo que llegue”, deslizó Pep. Sin su ariete y aún sin Rodri, el City busca aire, puntos… y paciencia.