¿Quo vadis, homo sapiens?

5 de junio de 2023
4 minutos de lectura
Cráneo del primer Homo Sapiens en recreación virtual. Fuente: Europa Press
JAVIER CASTEJÓN

El transhumanismo es la creencia de que podemos usar la tecnología para mejorar nuestros cuerpos y mentes, e incluso alcanzar grandes cotas de longevidad y erradicar el envejecimiento como causa de muerte

El pensamiento transhumanista se basa en la creencia de que el homo sapiens es por definición un ser condicionado, aunque no por eso predestinado a algo fijo. La biología no es un destino sino un hecho. Los avances científicos permitirán trascender este tipo de limitaciones, al ser posible la reingeniería del cuerpo. De hecho, la aspiración a mejorar está inscrita en el ser humano y en ella se enraíza el proyecto del transhumanismo.

La historia del transhumanismo es corta pero intensa. Todo deriva de la misma historia de la Medicina. En primer lugar se diseñaron técnicas para curar enfermedades, luego aparecieron progresos para ayudar al ser humano a parecer mas bello y a mejorar su calidad de vida.

Pero el siguiente paso, más allá de las pretensiones de la medicina terapéutica, es la mejora de las capacidades físicas, cognitivas y emocionales del hombre. Ya no se trata solo de superar la enfermedad en la historia evolutiva humana, sino en usar la biotecnología implementando en el ser humano infinitas posibilidades de mejora.

Una prótesis de cadera es capaz de curar la fractura de fémur de una persona y devolverle la capacidad de andar. Más allá de la finalidad terapéutica que ilustra este ejemplo, se puede mencionar el injerto de cabello o cualquier otra técnica de medicina estética capaz de devolver a alguien la belleza perdida y, en muchos casos, hacer retornar su autoestima cuando se mira al espejo. Mencionemos aquí el injerto de cabello que devuelve al alopécico su melena, las prótesis de mama que retornan el busto bello a la mujer mastectomizada por cáncer o las inyecciones de productos plásticos que borran las arrugas de la cara.

Un paso más decisivo aún da el transhumanismo, cuando defiende que un ser humano, clasificado como sano y normal en el contexto actual, puede mejorar sus capacidades exponencialmente.

Este concepto se puede ilustrar con la aplicación de exoesqueletos a la vida militar, ya en fase experimental en los ejércitos del mundo desarrollado, que pretenden dotar al soldado de mayor velocidad, fuerza y destreza en el campo de batalla. Existen programas militares en desarrollo que buscan la consecución de un guerrero, si no invencible, sí mucho más poderoso, en base a implantes de exoesqueletos que dinamicen el cuerpo.

Esta biotecnología podría hacer que un ser humano pueda correr a mayor velocidad, pueda portar equipos más pesados, saltar muros más altos y estar dotado de mayor precisión en el uso de las armas. Es evidente que estas cualidades lo convertirían en un guerrero cuanto menos superdotado, y con mayores posibilidades de éxito en el campo de batalla.

Y esto no es más que un ejemplo, pues pueden citarse numerosas investigaciones actuales en este sentido. Los llamados implantes NFC (Near Field Comunication o Comunicación de Campo Cercano), basados en la tecnología bluetooth, son del tamaño de una lenteja y se colocan bajo la piel del dorso de la mano. En Suecia ya lo llevan en la actualidad voluntariamente cuatro mil personas para usarlos en el trabajo, permitiéndoles tareas similares a las de un teléfono inteligente, como pagar con tarjeta de crédito, abrir el correo, marcar un numero de teléfono, fichar a la entrada y salida del trabajo, abrir cerraduras de código, etc., todo ello susurrando al pulgar de nuestra mano.

A estos ejemplos ilustrativos de biotecnologías que cuestionan los límites naturales del homo sapiens, promoviendo diferentes maneras de superarlo, se pueden añadir muchos otros ejemplos, ya que el siguiente paso, basado en la nanotecnología, la genética, la cirugía de implantes y la inteligencia artificial, ya esta dando frutos inimaginables.
Pero el problema del transhumanismo es que se desconoce el futuro que este puede deparar al actual homo sapiens.

En 1998 se creó la Asociación Transhumanista Mundial (WTA), rebautizada en 2008 como Humanity+. Su máximo exponente, el filósofo sueco, Nick Bostrom remonta románticamente el origen de esta ideología a la epopeya de Gilgamesh y otras búsquedas de la inmortalidad, como la piedra filosofal.

De hecho, el concepto thanshumar parece que fue utilizado por primera vez por Dante Alighieri, en La divina comedia, entendiéndolo como la “experiencia elevada a la gracia, hacia la realización total y trascendente en Dios”. Sin embargo, el concepto transhumanista de dicha palabra fue aportado por el biólogo Julian Huxley, quien en 1927 lo explicó como “el hombre permaneciendo hombre, pero trascendiéndose a sí mismo, a través de nuevas posibilidades de y para su naturaleza humana”.

Pero según Bostrom, de quien toma los cimientos ideológicos el transhumanismo es de Nietzche, cuando afirma que “el hombre es algo que debe ser superado”, asumiendo además el concepto darwiniano de que “la Humanidad no es punto final de la evolución, sino una fase temprana de la misma”.

Esta concepción no parece hallarse muy lejos de la realidad actual. Algunos genetistas consideran que la reversión de la edad dejará de ser problema un día no muy lejano, pudiendo alargarse la vida de forma indefinida, si se habla de muerte por enfermedad, que no por accidente o violencia. A este respecto, pueden citarse investigaciones antienvejecimiento que han logrado ampliar la vida de ratones un 41% de su tiempo teórico de existencia media, mediante lo que se denomina la reparación de los telómeros en células presenescentes, como explica Hua ZHu de la Facultad de Medicina de New Jersey.

Junto a este proyecto de alargar el tiempo vital de las personas, en el transhumanismo hay una propuesta cibernética de inmortalidad. Según algunos autores, con el desarrollo de las neurociencias y las ciencias de la computación, se podrá codificar el cerebro humano y volcarlo en un soporte informático en el que perviviría y, aunque muriera el cuerpo, la persona seguiría viviendo en sucesivos soportes informáticos.

En esta línea de luchar contra la muerte se hallan hallan precisamente los avances neurocientíficos que afirman que en torno a mediados de este siglo el ser humano podría lograr migrar datos cerebrales al entorno digital y esto solo sería el principio de una tecnología orientada a eternizar la conciencia.

¿Puede la esencia de un ser humano ser trasladada a una matriz sináptica cuyo cuerpo seria un computador, cambiando así la condición humana a una condición digital?

La pregunta fundamental es… ¿qué nos depara el transhumanismo?
O, lo que es lo mismo….

¿Quo vadis homo sapiens?

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