PEDRO JORGE SOLANS
Enrique Larreta, su autor, la escribió a raíz de un viaje que realizó a Europa con su esposa, pero la terminó luego de cinco años de investigaciones
La Gloria de Don Ramiro fue una de las novelas más influyentes de principios del siglo XX. No sólo entre los castellano-parlantes, sino también entre las elites literarias europeas, pues esta obra se convertiría en un ejemplo paradigmático de novela histórica, capaz de recrear meticulosamente el ambiente y la psicología de una época pasada y sus personajes.
Enrique Larreta, su autor, la escribió a raíz de un viaje que realizó a Europa con su esposa, pero la terminó luego de cinco años de investigaciones, en donde Larreta estuvo inmerso en la literatura, la pintura y la religiosidad de la época.
En esta obra literaria, Larreta critica a Felipe II y su contrarreforma, pero sólo para buscar más atrás, en los usos de la arcaica nobleza, los valores más auténticos de España: el cristianismo y los fueros feudales, Fernando e Isabel y la conquista de América.
Don Ramiro no es un héroe épico: es un antihéroe existencialista arrastrado por los tiempos. Su realización, o su gloria, no radica en su valor, sino en su debilidad, en su paralizadora incertidumbre.
Intelectualmente el autor de La Gloria de Don Ramiro está entre las pocas dominantes figuras de Hispanoamérica. Su libro está escrito en lo mejor de las novelas que haya producido nuestra literatura mundial. Hágase algo superior y Larreta pasará a segundo término, escribió en su libro Cabezas, Rubén Darío.
En otra correspondencia, su amigo Ignacio Zuloaga le escribe:
Mi distinguido amigo: Que 1911 sea para Vd. y todos los suyos un año de mucha salud, mucha alegría y de toda la gloria que la colosalmente hermosa Gloria de don Ramiro se merece. Me dicen que ha sido Vd. nombrado ministro de la República Argentina.
Felicito a la Argentina y felicito a Vd. Créame siempre un amigo y un entusiasta admirador. Ignacio Zuloaga.
Larreta tuvo desde su juventud una veta de ascetismo. Lo advertían los ojos superficiales cuando discurría por los salones o por los círculos, a veces infernales, de la diplomacia.
Cuando Larreta era casi un mancebo, Zuloaga lo pintó con un aire de melancolía solemne y distante, destacando su ensimismamiento, entonces prematuro, sobre el desierto de Castilla, con Ávila, la ciudad mística llena de moradas interiores, en el fondo.
Zuloaga podría equivocarse en la pintura, pero su instinto psicológico, por lo mismo que era elemental, acertaba siempre, señaló Gregorio Marañón.
Larreta y su obra
Enrique Rodríguez Larreta nació y murió en Buenos Aires (1875 1961), conocido como Enrique Larreta, fue un escritor, académico y diplomático argentino representante del modernismo en la literatura hispanoamericana.
Fue miembro de una antigua familia de fortuna y contrajo matrimonio con una hija de la más emblemática de las familias de la aristocracia argentina. Se desempeñó como embajador en Francia y ante la Exposición Iberoamericana de Sevilla, en 1929. Residió en Biarritz, Francia, y frecuentó Ávila, en España, donde actualmente una calle lleva su nombre.
Como vimos en párrafos anteriores se vinculó con Miguel de Unamuno, al que admiraba. Colaboró en publicaciones periodísticas de su época y estudió minuciosamente la historia española. Se nutrió literariamente de la Antigüedad clásica y del Siglo de Oro español, que lo obsesionaba.
En su obra autobiográfica Tiempos iluminados cuenta así cómo nació su primera novela publicada:
¡Quién sabrá decir lo que puede a veces el oportuno toque de un hombre sutil en el espíritu errante de un niño! Francisco Beazley, cuya memoria perdura siempre tan viva entre los que fueron sus amigos, era entonces profesor de historia de Grecia y Roma en el Colegio Nacional.
Un día, con gran sorpresa de todos, me encomendó una conferencia sobre Grecia, es decir, sobre Atenas en tiempos de Pericles. Pensé que lo hacía para castigar mis esfuerzos de mimetismo, mi agazapamiento en los últimos bancos de la clase, donde yo trataba de tomar un color de penumbra, un color de rincón, agachándome, además, todo lo posible.
Beazley (su renombre de gran cultura literaria había llegado hasta nosotros) era la persona indicada para despertar de una vez mi soñoliento amor propio. Además, con fino acierto, ponían así de golpe en la irradiación del milagro helénico, el más fecundo excitante para un pensamiento infantil.
Años más tarde, después de algunos tanteos en artículos y versos y de una larga novela que no vio nunca la luz, le entregaba yo a Paul Groussac, director, en esa época, de su famosa revista La Biblioteca, una novela corta: Artemis, de asunto griego.
En 1896 apareció su primera obra literaria, la nouvelle Artemis, ambientada en la Grecia antigua, influida por la Aphrodite de Pierre Louÿs. Se publicó en la revista La Biblioteca, dirigida por Paul Groussac, quien fue amigo y maestro de Larreta.
En 1908, tras cuatro años de intensa labor, publicó La gloria de don Ramiro, reconstrucción histórica y literaria de la España del siglo XVI, que ilustró Alejandro Sirio en 1929. La traducción francesa de la novela, que convirtió a Larreta en una suerte de best seller internacional, fue obra del prestigioso Remy de Gourmont, editada en 1910 por el Mercure de France.
En 1926, apareció Zogoibi, que significa “el desventurado”, apodo con que fue conocido el rey Boabdil tras la pérdida de Granada. En Zogoibi, Larreta intentó trasladar su visión romántica a la pampa. También en 1953, el protagonista de Gerardo o la torre de las damas, busca refugio en la llanura argentina.
Escribió ensayos sobre la actualidad española, agrupados en Las orillas del Ebro, y el libro de sonetos La calle de la vida y de la muerte, en el que se percibe el impacto del clasicismo español así como la influencia del simbolismo francés. Para teatro, publicó La que buscaba don Juan, El linyera, Santa María del Buen Aire, Pasión de Roma y Las dos fundaciones de Buenos Aires.
Fue miembro de la Real Academia Española, de la Academia Argentina de Letras, donde ocupó el sillón n.º 13: «José Hernández». y fue nombrado miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Su casa de estilo renacentista castellano, en el barrio residencial de Belgrano (Buenos Aires), es actualmente el Museo de Arte Español Enrique Larreta. Ubicada en la que fuera alguna vez zona de quintas de veraneo, posee un jardín hispano árabe, único en su estilo en esta capital. Dentro pueden apreciarse el mobiliario y las colecciones de obras y objetos de arte que testimonian su pasión por España.
Madrid también le tiene dedicada calle. En Alta Gracia, Córdoba, el casco de su estancia es hoy un refugio exquisito abierto al turismo como Potrerillo de Larreta.