La piel de los perros, al igual que la humana, está formada por varias capas celulares. La más externa contiene queratina, una proteína que protege frente al desgaste, la fricción y los agentes externos. Normalmente se renueva de forma constante y mantiene la piel flexible y funcional. Sin embargo, cuando el organismo produce queratina en exceso, se acumula y aparece la hiperqueratosis.
La hiperqueratosis canina es relativamente frecuente. Consiste en un engrosamiento de la capa superficial de la piel. Puede afectar a distintas zonas, aunque las más comunes son las almohadillas de las patas, la trufa (nariz) y los codos. Se manifiesta como placas endurecidas, secas o con aspecto ‘peludo’ o deshilachado, porque la queratina sobrante se acumula en frondas. No siempre es dolorosa, pero con el tiempo puede provocar incomodidad, fisuras, grietas, infecciones y cojera.
Muchos cuidadores la descubren de forma inesperada. No suele aparecer en perros jóvenes y sanos, sino en la madurez o en la vejez. En la mayoría de los casos no existe una causa clara, lo que se denomina idiopática. Aun así, debe detectarse y manejarse cuanto antes para reducir complicaciones, según recoge 20minutos.
El signo más característico es el cambio en las almohadillas. Pasan de ser lisas y resistentes a volverse rugosas, agrietadas o con formaciones endurecidas que sobresalen como ‘plumas’ de queratina. En la trufa se aprecia sequedad, grietas y descamación.
Si la hiperqueratosis avanza, aparecen pequeñas fisuras que permiten la entrada de bacterias y hongos. Surgen dolor, enrojecimiento e inflamación. Algunos perros se lamen insistentemente las patas, lo que empeora la irritación. Otros desarrollan callosidades en los codos por el roce constante. En fases avanzadas pueden cojear, resistirse a caminar en superficies duras o mostrar dolor al tocárselas.
Las causas son variadas y no siempre fáciles de identificar. La primera es la edad, ya que en perros de mediana y avanzada edad suele ser idiopática, ligada al envejecimiento. Es típica la hiperqueratosis nasodigital, que afecta a nariz y almohadillas.
Aunque también se puede dar por factores genéticos. Algunas razas presentan predisposición hereditaria. Entre ellas, dogo de Burdeos, golden retriever, labrador retriever, terrier irlandés o kerry blue terrier. En estos casos aparece en los primeros años de vida.
Otros sufren de deficiencias nutricionales por la falta de vitamina A y zinc favorece la producción excesiva de queratina. Razas nórdicas como husky, malamute o samoyedo son más propensas a este déficit. O pueden sufrir de enfermedades infecciosas, como el ‘virus del moquillo canino’, que causa un endurecimiento característico de almohadillas y trufa. En zonas endémicas, la leishmaniosis también puede generar lesiones cutáneas junto con síntomas más graves.
Y, también, trastornos inmunitarios, porque hay enfermedades autoinmunes, ciertos cánceres o síndromes metabólicos incluyen la hiperqueratosis entre sus manifestaciones. Aunque muchas veces se trate de un proceso benigno ligado a la edad, siempre conviene una exploración veterinaria para descartar otras causas.
El diagnóstico suele realizarse con una exploración física y el relato del cuidador. Si hay signos de inflamación, infecciones recurrentes u otros síntomas, se pueden necesitar pruebas adicionales para descartar enfermedades más graves.
La hiperqueratosis no tiene cura definitiva salvo que esté asociada a una enfermedad concreta y tratable. El objetivo es controlarla, mantener al perro cómodo y evitar complicaciones. En los casos graves, el veterinario puede recortar el tejido endurecido tras ablandarlo. No debe hacerse en casa sin supervisión profesional, ya que puede causar dolor o sangrado.
Existen cuidados que ayudan a mejorar la calidad de vida del animal. La hidratación y el uso de cremas emolientes, bálsamos para almohadillas o ungüentos seguros para perros ayudan a mantener la piel flexible. También son útiles los baños de patas con agua tibia durante unos minutos.
Para prevenir lesiones e infecciones conviene mantener las patas limpias y secas. En perros que caminan sobre suelos duros o abrasivos, los botines protectores pueden reducir las fisuras y el dolor. Si aparecen grietas, cojera, enrojecimiento o el perro se lame en exceso, es recomendable acudir al veterinario para tratar una posible infección secundaria.
En la mayoría de los casos la hiperqueratosis es un problema estético y de manejo, no una amenaza grave. Con cuidados y revisiones periódicas, el perro puede llevar una vida larga y activa sin grandes limitaciones. La clave está en no dejar que avance hasta generar dolor o infecciones.
Como medidas preventivas, se recomienda una alimentación equilibrada, mantener al día las vacunas y revisar con frecuencia las almohadillas y la trufa.