A buena parte de nuestra clase política le ha dolido que el Premio Nobel de la Paz no se lo hayan otorgado a Nicolás Maduro, con tantos méritos. Se ve que los podemitas y sus fanfarrias atribuladas, la señora Yolanda y la suprema categoría intelectual del ministro de cultura, no han pujado lo suficiente para que el premio llegase a su candidato preferido. No se explica que Zapatero, con mano tan larga, no la haya extendido hasta Suecia, donde seguramente ha de tener interesados seguidores.
Me atrevo a animar a quienes hoy sufren el desencanto del Nobel, uniéndome a la esperanza de que otro año será. Tampoco el premio nunca le fue otorgado a Daniel Ortega, con tanto como ha hecho por la democracia en Nicaragua. Ni a Fidel Casto. Ni a Salvador Allende… En el 2025, han querido compensar con el Nobel de la Paz a María Corina Machado, ya que no cuajó lo de Presidenta de Venezuela, a pesar de que los votos le favorecían… seguramente porque EEUU la tiene reservada para mejores ocasiones.
Los primeros en mi lista de favoritos eran Illia y Andoni Ortuzar, pero tampoco he tenido suerte.