El Ideal

10 de octubre de 2025
1 minuto de lectura
Cafetería El Ideal de Buenos Aires.

Escuché menudamente a dos señores con pajarita y sombrero cómo bendecían la política de Milei…

Reconozco que me atrapa el magnetismo especial de los cafés literarios. En mi último viaje a Buenos Aires, antes de visitar a los amigos, esperé turno en el Café Tortoni de la avenida de Mayo, cuyas mesas de mármol me tienen reservada una palabra nueva que agradezco mientras contemplo a una pareja que baila sin estridencias La Comparsita. Casi en la esquina de Suipacha y Corrientes han remodelado un viejo Café, El Ideal, que también tiene espejos y sonidos antiguos, silencios alborotados que vibran lentos en las copas de cristal.

En Madrid, aparte del Café Gijón, caro y desvaído, o el de Bellas Artes, que en seguida te colocan las servilletas blancas para que almuerces, quedaron en el mejor olvido de la memoria el Central, Varela, Pombo… no hay mármoles ya que evoquen la sustancia del verso ni servilletas de papel con poemas espontáneos. Fina de Calderón guardaba en una de esas servilletas la estrofa que Machado le dedicó a su padre mientras auguraban que “volverían los liberales”.

En este nuevo Ideal de Buenos Aires, escuché menudamente a dos señores con pajarita y sombrero cómo bendecían la política de Milei: “parece loco, pero no come vidrio”, decían… y me quedé pensando.

Pedro Villarejo

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