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Pedro Sánchez ha hecho ‘un Xavi de libro’ al anunciar que se va para después quedarse

Pedro Sánchez ha hecho 'un Xavi de libro'

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, durante una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputados. /EP

El presidente y el victimismo han ido de la mano siempre en una política de confrontación en la que él no es inocente

Vaya por delante mi desagrado con el lodazal en el que se ha convertido la política española en el que unos y otros, absolutamente todos, juegan sucio y dan golpes bajos al adversario con alusiones a menudo infundadas contra la familia o la dignidad personal del rival. En la abyecta idea de que el fin justifica los medios se recurre al insulto, a la mentira o la descalificación, a veces incluso con alusiones al aspecto personal, para destruir y no dejar piedra sobre piedra del oponente. Y no, no vale todo ni en la vida ni en la política, que al final es una prolongación de la existencia, aunque tenga daños colaterales.

Claro que sí. Todo esto viene a cuento de la sorpresiva decisión del presidente socialista Pedro Sánchez, de congelar su actividad política y reflexionar durante cuatro días si le merece la pena seguir en el cargo. Lo hace tras conocer que un juzgado de Madrid ha decidido abrir diligencias contra su esposa, Begoña Gómez, por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios.

Sánchez se considera víctima de una campaña de acoso y derribo desde la derecha y la ultraderecha política y mediática de los medios que no siguen al dictado sus indicaciones, y de los que le siguen el juego los hay y muy poderosos. El presidente se refiere ahora a la organización Manos Limpias, que ha puesto la demanda judicial, y a dos cabeceras digitales “de marcada orientación derechista y ultraderechista”, en palabras del dirigente socialista.

Que sea de derechas o de ultraderecha de entrada debería darnos igual, como debería darnos igual que estuvieran en la zona de la izquierda y la ultraizquierda, que tampoco sé muy bien porque son estos mejores que los otros si damos por hecho que la radicalidad y los extremos nunca han sido buenos, ni hacia la izquierda ni hacia la derecha. Se trata de averiguar si las acusaciones que se hacen contra su esposa responden a algún tipo de actuación delictiva y para eso están los jueces, que son también los que deben tomar medidas si se trata de denuncias falsas o infundadas.

Admitir a trámite una denuncia no cuestiona la presunción de inocencia de la señora Gómez, como de cualquier otro ciudadano español, y ella no está por encima de la ley. Los expertos jurídicos se atreven a adelantar que los contactos de la esposa del presidente con empresas parecen un asunto más cuestionable en el terreno de la estética que en el de la ley. Sea lo que fuere, un colectivo, un partido o un ciudadano está en derecho de saber si existe o no un proceder legal o irregular de alguien sin que por ello el esposo-presidente monte esta escena inédita en la política española.

Se siente agraviado, dice, pero yo le he oído repetidas veces a Pedro Sánchez referirse al hermano de la presidenta de Madrid, Isabel Ayuso, con insinuaciones sobre hechos ilícitos incluso cuando ya estaban archivados tras determinar la justicia que no hubo delito alguno. La ha hecho en ruedas de prensa y desde su escaño en el Congreso, y eso porque debía pensar que el hermano de Ayuso es de ‘peor calidad’ que su esposa, de la que dice estar profundamente enamorado, pero se supone que la presidenta madrileña también quiere mucho a su hermano y le tocará las narices que el presidente lo ponga en la diana una y otra vez.

Lo ha hecho Pedro Sánchez, sí, y repetidas veces, así que el presidente no es inocente en este escenario del ‘y tu más’ en el que han convertido el Congreso o el Senado los partidos y sus representantes, olvidando que los ciudadanos los han puesto ahí para otros menesteres menos belicistas. Personalmente ni en un caso ni en otro me parecen propios de una política ejemplar ni puede ser el modelo de un país que quiera hacerse respetar.

Me la juego y me atrevo a decir que el presidente no dimitirá. Le tiene demasiado apego al poder por mucho que haga este paripé de dimisión ‘en diferido’. Si alguien cree tener razones para dimitir se va y punto, y no monta este sainete en el que se pone de víctima y abre un periodo de reflexión de cuatro días. ¿Qué tiene que reflexionar? ¿No lo tiene claro? ¿Está triste porque se siente incomprendido?

El papel de victima le va muy bien al presidente Sánchez y le ha dado buenos resultados en su trayectoria. Fue de víctima en las elecciones primarias de 2014 al sentirse maltratado por el aparato del PSOE entonces en manos del ‘maléfico’ Rubalcaba. Fue de víctima cuando la otrora poderosa presidenta andaluza Susana Díaz se cruzó en su vida y amenazó su liderazgo. Va de víctima cuando los medios de comunicación no afines destacan sus reiteradas mentiras a los ciudadanos prometiendo justo lo contrario de lo que después hace en materia de indultos o amnistía a los condenados por el golpe de estado catalán en 2017, o de pactos con partidos independentistas como Junts , de Puigdemont, o EH Bildu, de Otegi, para amarrar el poder de la Moncloa…

El victimismo y Sánchez van de la mano desde que llegó a la esfera política y esta parece una maniobra más para buscar el apoyo y la comprensión ‘contra los niños malos que le pegan en el recreo’. Y con esa aura de líder y estadista maltratado llegará al lunes y lo más probable es que anuncie con solemnidad que ha reflexionado y que ha decidido seguir por el bien de España y de todos los españoles, que ya se sabe que él es muy de “todo lo que hago lo hago por vosotros porque yo no quiero nada para mi”. Para ello se puede someter a una cuestión de confianza en la Cámara para salir con parabienes y palmadas de sus acólitos y palmeros (que a estas horas estarán sudando por si se quedan sin sus cargos) y el compromiso de la oposición de no tocarle más los ‘cojoncillos’ con bobadas y críticas que cuestionen su proceder político.

Alguien con mucha ocurrencia asegura que Pedro Sánchez ha hecho “un Xavi de libro” al anunciar que se va para después quedarse una vez logrado el cariño y el apoyo de la plantilla y de la directiva azulgrana.

Me temo que eso es lo que busca Pedro Sánchez sabiendo, como sabe, que si dimite deja el país en interinidad política porque no se pueden convocar nuevas elecciones si no ha transcurrido un año desde que se celebraron las últimas. Podría ocurrir, en este hipotético e improbable escenario de su marcha, que el Rey don Felipe proponga un nuevo candidato a la presidenta del Congreso y ahí aparecería la figura de la vicepresidenta María Jesús Montero, que con ese entusiasmo a prueba de todo mantendría el timón y la senda marcada por el líder espiritual, para que los españoles no suframos con la ausencia de grandes como el ministro Óscar Puente, o el portavoz Patxi, o hasta Bolaños, todos dignos de la política de las formas y la compostura aprendida en colegios de pago.

Hagan apuestas. Y por cierto, que si el señor Sánchez se va, tanta gloria lleve como descanso deja. ¿O es el revés? Con tantas emociones juntas uno ya no sabe bien que dice.

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