El señor Urtasun se gusta a sí mismo cuando habla y busca, cada vez que lo hace, un espejo enfrente al que preguntarle, como la madrastra de Blancanieves, qué ministro hay en el Reino de España que le se pueda igualar. Una vez que responde el azogue favorablemente, sigue concediendo premios a diestro y siniestro, más bien a siniestro, en cuyos campos se alejan toros y toreros para no contaminarse.
Pocos sabían que el viudo de la estación de Atocha había sido reconocido con el premio Blanquerna, además de dirigir el Instituto Cervantes. Y es que donde el ministro de Cultura pone el ojo que se prepare la bala, independientemente de que se siga sorprendiendo al comprobar que “todos los niños en Francia sepan hablar francés” y que en Las Ventas se haya superado el millón de asistentes a las corridas de toros. ¡En España es que somos incorregibles!, como Borges calificaba a los peronistas.
Seguro que el señor Urtasun no está dispuesto a aceptar semejante cifra hasta que él, en persona, pueda contarlos uno a uno… que ya se sabe lo exagerados que son en Madrid para todo lo que al Gobierno no convenga.