En la casa que hoy señalo, cuando se reúnen casi todos para un festejo, un duelo o un reparto, no se puede hablar de religión ni de política porque, de hacerlo, estaría asegurada la trifulca Destaco algunos pareceres, para que vean que no exagero.
Testigo primero, que vive en Lérida: “yo casi nunca voy a misa, porque es difícil encontrar un celebrante que hable de Dios, en lugar de las ventajas que tiene sentirse catalán y saber hablarlo”…
Testigo segundo, que vive en Bilbao y es del peneuve: “como esto siga así, nos ganarán los de Bildu. Y todo por culpa de algunos obispos que yo me sé y que desafían, en tono evangélico, la validez del cupo vasco”…
Testigo tercero, que vive en Guadalajara y es aficionado al cine: “Llevo años sin ver una película española porque todas son de rojos salvapatrias que sólo tienen memoria de lo que les interesa”…
Y así sucesivamente. Cuando sales de casa no sabes con quién te vas a encontrar ni si tienes respuestas para sus inquietudes. En este País, la política y la religión son dos ascuas que nadie lleva en la boca.