Resulta punzante que algunos españoles se desprecien a sí mismos por haber nacido en lugares que no aceptan reconocer como propios. Los fanáticos, según Freud, son aquellos que se sienten terriblemente inseguros y buscan clavos donde agarrarse, personas afines que les ayuden a constituir un escudo de defensa. La inseguridad es propia de los seres humanos, pero no en esas intensidades, ya que si así fuese, la vida sería insoportable.
Los que solemos viajar con frecuencia podemos ser testigos de hechos que corroboran este desequilibrio: en un hotel de Madrid, en el mostrador donde se identifican los clientes, al ser preguntado un señor por su nacionalidad, respondió que vasco; el recepcionista, muy educado, le pidió el pasaporte de ese país que el visitante no pudo entregarle arguyendo que le bastaba una tarjeta de crédito para su reconocimiento. El amable empleado insistió en la pregunta: ¿Nacionalidad?. Vasco, respondió de nuevo el huésped que no fue porque, al no presentar el carné de identidad español, prefirió probar suerte en otro establecimiento. Según su aspecto, no me pareció preparado para dormir a la intemperie.
Pedro Villarejo