Las fiestas patrias se tiñeron de sangre en México. Durante la semana que debía ser de orgullo y celebración, al menos 250 personas fueron asesinadas en distintos estados del país. Los datos son preliminares, pero muestran un panorama preocupante.
Entre el 15 y el 19 de septiembre, la violencia no dio tregua. El promedio fue de 50 homicidios diarios, según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC). Ayer, 19 de septiembre, fue el día más violento con 56 víctimas. El jueves se registraron 54, el lunes 51, el martes 48 y el miércoles 41.
La estadística es fría, pero detrás hay historias de familias que perdieron a alguien en días que deberían ser de fiesta. En varias ciudades, los desfiles y verbenas se realizaron bajo la sombra del miedo.
Los estados más golpeados fueron Chihuahua y Guanajuato, con 23 víctimas cada uno. Les siguen Sinaloa con 22, Estado de México con 21 y Baja California con 19. También destacan Morelos, Veracruz y Michoacán, que reportaron entre 13 y 15 homicidios. Incluso la Ciudad de México, con fuerte presencia policial, registró nueve casos.
En total, septiembre ya suma más de mil asesinatos. Un promedio de 54.6 diarios que ubican al mes como uno de los más violentos del año, según ha publicado Vanguardia MX.
El gobierno federal insiste en que hay una tendencia a la baja en los homicidios. Marcela Figueroa Franco, titular del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, lo reiteró hace unos días. Recordó que hace once meses el promedio diario era de 86.9 asesinatos. En agosto, cerró en 59.2.
Las cifras muestran un avance, pero la realidad es que los números siguen siendo altos. Las fiestas patrias dejaron claro que el problema persiste y que la violencia sigue tocando cada rincón del país.
La gente lo vive con miedo. Lo comenta en la calle, en mercados, en escuelas. Muchos evitan salir de noche. Otros cambiaron sus planes para no exponerse durante el puente. El sentimiento de inseguridad crece, aunque el discurso oficial hable de reducción.
Cada homicidio no es solo un número en una tabla. Es una silla vacía en un hogar, un duelo inconcluso, una herida que no se cierra. México celebró su independencia, pero también contó sus muertos. Las familias esperaban un grito de unidad. Lo que quedó fue un eco de violencia que empañó las celebraciones más mexicanas del año.