Cuando comencé a escribir este artículo no tuve la intención de agrupar las tres emes en una persona como medida nemotécnica para recordarlo. A esta Señoría no la conozco de nada, como tampoco he conocido a grandes personajes de la Historia que han sido referentes de honestidad, equilibrio y justicia.
No le conozco, repito, pero le sigo. No he hablado con él, pero le admiro.
Para ajustar la puntería en lo que pueda opinar sobre este señor, me serví una copa con dos hielos y así saborear con criterio la intervención del Magistrado Marchena, Presidente entonces del Tribunal Supremo, en el llamado Juicio del Proceso Catalán… La categoría de su palabra relevante en los tiempos precisos, su refinada objetividad y la certeza de quien reprende porque “no debe nada”, hicieron de mi tiempo frente al televisor un festival de esperanzas.
En todas las profesiones hay advenedizos, hombres y mujeres que enfilan su pasión frente a las razones verdaderas. Las puñetas del Magistrado Marchena, cosidas a la verdad, son de una ejemplar artesanía.