Cuando la mayor gesta conseguida por la selección femenina de fútbol debería ser la única noticia que copase todos los medios de comunicación nacionales y mundial, el comportamiento del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, ha dejado la marca España por los suelos. Él solo ha ensuciado la histórica victoria.
Rubiales no entiende el significado del respeto al prójimo ni el de guardar las formas, al menos en público, máxime aún cuando ostenta el cargo de presidente de una entidad pública y está compartiendo palco con miembros de la Familia Real Española. Pero Rubiales parece que está por encima del bien y del mal; es decir, puede hacer todo lo que quiera porque su poder en el fútbol español está más que asegurado.
Así se evidenció en el palco de autoridades cuando, tras el pitido final que daba la victoria a ‘La Roja’ femenina, el presidente de la RFEF celebró cual hooligan desenfrenado el triunfo que proclamaba a España campeona del Mundo agarrándose la testosterona noble delante de la infanta Sofía y la reina Letizia. Un gesto impensable y nunca antes visto. Y habrá todavía quienes sigan afirmando en televisión que el agarrón de entrepierna no se produjo. Tanto blanqueo a la imagen de Rubiales en programas de televisión y radio, tratando de justificar su comportamiento durante la final del mundial, está siendo ya demasiado constreñido. Y es que parece que el presidente de la RFEF es todo un ejemplo a seguir por jóvenes y pequeños.
Lo ocurrido en el Accor Stadium de Sidney (Australia) fue muy grave. El nivel de euforia desatada por Luis Rubiales alcanzó su punto más álgido cuando, en la entrega de medallas el máximo representante del fútbol español, agarró de la cara a la jugadora Jenni Hermoso para, seguidamente, darle un beso en la boca. Un gesto de un jefe a una de sus subordinadas totalmente fuera de lugar. Y una vez más en presencia de la Reina Letizia y la infanta Sofía, que también ha sido justificado en una de las cadenas de radio española. A pesar de que Hermoso dijo que “no le había gustado”, durante un directo en Instagram, más tarde la RFEF redactó y filtró a la Agencia EFE unas declaraciones falsas realizadas supuestamente por la jugadora: “fue un gesto de amistad y gratitud. El presi y yo tenemos una gran relación”. La RFEF no lo ha desmentido y, de ser cierto, es gravísimo.
El beso ha sido motivo de debate no sólo en España sino en el extranjero, ocupando páginas de periódicos y tertulias televisivas en medios europeos y, por eso, no hay que quitarle importancia a los hechos. Porque estar en el vestuario femenino agarrando entre bromas a la jugadora, delante de todas sus compañeras, mientras el jefe dice que las regala un viaje con todo pagado a Ibiza para celebrar la boda con la futbolista, es estirar demasiado “una broma” pesada “entre amigos”, como llegó a afirmar el presidente de la RFEF.
Lo grave de todo esto es que Luis Rubiales utiliza su posición de poder para calificar a media España que condena sus actos como “idiotas, tontos del culo, estúpidos, pringaos y gilipollas”. Esas son las lindezas y la buena educación del presidente de la RFEF que tiene un sueldo de 675.761 euros, al que hay que añadir una ayuda a la vivienda de 3.000 euros brutos al mes (36.000 euros al año); es decir, que es cuatro veces superior al del presidente del gobierno, Pedro Sánchez.
Pues yo, señor Rubiales, no soy tonta del culo; pero quizá usted sí lo sea, porque su hasta ahora trayectoria en la RFEF no pasará a los anales de la historia como intachable y honrada, sino bajo la sombra oscura del escándalo y la sospecha.
Si después de protagonizar este espectáculo bochornoso Luis Rubiales continúa en su cargo como presidente de la RFEF, la clase política debería reflexionar al respecto y el país analizarlo al detalle. Porque si la falta de educación y el poco saber estar del máximo representante del fútbol español no tiene consecuencias, todo el mundo sabrá que hay situaciones en las que está justificado no solo faltarle el respeto a la monarquía como nunca antes se había visto, sino que estaría permitido que cualquier jefe besase sin consentimiento y cuando quisiese a sus empleadas.
Porque el comportamiento inaceptable de este tipo no puede solucionarse con un vídeo donde pretende disculparse de manera forzada y sin mostrar arrepentimiento alguno: “Seguramente me he equivocado. Tengo que disculparme, no queda otra”, pero asegurando que “fue un acto sin mala fe por ninguna de las dos partes” que se produjo “en un momento de máxima efusividad y de manera espontánea”. Porque yo Rubiales, no soy una tonta del culo capaz de creerse semejante vídeo chapucero hecho con el ego por las nubes y a toda prisa para salvar el puesto, mientras escuchas temeroso las voces superiores pidiendo que le echen de la federación, porque dimitir no lo va a hacer.
Porque son mucho más creíbles las disculpas del Rey emérito, “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”, que las suyas, Rubiales. Porque todos los partidos políticos, a excepción de Vox, han condenado su gesto ‘amistoso’. Porque el presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha valorado lo sucedido en Sidney como “inaceptable” y sus disculpas posteriores como “insuficientes e inadecuadas”. Porque su comportamiento, Luis Rubiales, vulnera la ley del deporte y el reglamento de la federación, en el que se específica que “atraer con un abrazo en el intento de besar” o “besar a la fuerza” a cualquier jugadora supone un delito tipificado por ley.
Porque, a lo mejor, Luis Rubiales, no somos unos tontos del culo.