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Los políticos pelean, los Reyes consuelan

Valencia: los políticos pelean, los Reyes consuelan

Los Reyes visitan Chiva, una de las primeras localidades afectadas por la DANA. /ROBER SOLSONA/EUROPA PRESS

Nadie gana nunca de un desastre y pensarlo es indecente, aunque haya políticos que intenten aprovechar cualquier circunstancia para ‘hacer urna’ y desnudar las vergüenzas del adversario político. Cualquier cosa vale para atacar y sacar tajada, y la tragedia de Valencia no ha sido ajena a esta mala practica política, aunque detrás aparezca un reguero de más de 200 muertos y la ruina de miles de familias que han perdido hasta los recuerdos.

Han pasado veintidós días desde aquella noche mortal en la que el agua se lo tragó todo y nuestros dirigentes siguen entre excusas y acusaciones para exculpar responsabilidades y señalar las ajenas. En Valencia ha habido negligencia por parte de muchos, por acción y sobre todo por omisión, y todavía hoy sigo sin oír perdón por quienes deben pedirlo, al menos por la memoria de los fallecidos.

Hoy mismo el Pleno del Congreso ha sido escenario de una nueva bronca entre las fuerzas políticas y sus dirigentes y al final parece que se han puesto de acuerdo para poner la diana a la que disparar en el pecho del presidente valenciano, Carlos Mazón. Y razones no faltan, pero no es el único.

En una tragedia nadie gana y creer que algún político puede hacerlo es indecente sí, pero muchos sí que pierden y así ha sido. Han perdido credibilidad y empatía. Han perdido la dignidad. De este desastre solo se salvan los Reyes, don Felipe y doña Letizia, los únicos que han aguantado el tipo y han puesto la cara para que se la partan. El cabreo y la indignación nunca fue contra ellos.

Los monarcas han encontrado el cariño de las víctimas porque han dado consuelo y lágrimas sin más interés que reconfortar a tantos que necesitaban que les mirasen a los ojos y se manchasen de barro con ellos. De esta tragedia el papel de los Reyes ha salido reforzado porque han estado y han sabido estar a la altura mientras los demás andaban enzarzados en limpiar su culpa para salvar el puesto, aunque en ese empeño perdiesen la vergüenza.

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