Ni siquiera en La Mareta puede descansar el presidente de Gobierno porque, a sitio que va, le abuchean, como si la extrema derecha estuviese de guardia ramificando sus influencias para no dejarlo en paz. Hasta el punto de que a su señora ya le timbran los oídos y ha pedido, por eso, a un grupo de buzos de la Guardia Civil que se sumerjan en el mar y comprueben si los de Vox y el PP han entrenado a los peces para que también ellos hostiguen a la segunda familia del país, que no hay derecho tanto agravio.
En estos veinte días de merecido descanso, nuestro presidente pensará que los sufrimientos de los demás nacen de su propio desvarío, que los “hijo de…” que en todos sitios se escucha cuando él aparece, nada tienen que ver con su madre, sino con la frivolidad de convenir libertades a quienes esclavizaron a España, matando a sus hijos o simplemente despreciándolos. Recuerde con Rilke que solamente son peligrosas y malas aquellas tristezas que sofocan a la gente.
Esté tranquilo, señor presidente, los peces no le van a gritar, pero puede que algún día no pueda soportar el alarido de su conciencia.