Lo que queda del 11-M

11 de marzo de 2024
10 minutos de lectura
El 11-M. | EP

Memoria de un excombatiente en la guerra política y mediática contra la teoría de la conspiración

Ancien combattant. Excombatiente.

Puedo decir que me enrolé en el ejército que se dispondría a combatir a las huestes de la conspiración cuando caía la noche del 11 de marzo de 2004 desde la columna de análisis que escribí en mi despacho de la redacción de El país.

En la edición impresa del 12 de marzo de 2004 en El Periódico de Catalunya, quedó escrito: “Unas horas después [de las declaraciones de Otegi esa mañana del 11-M en el sentido de que no contemplaba ni como hipótesis de que ETA esté detrás de los atentados”] José María Aznar hizo una declaración institucional después de la reunión de su gabinete de crisis. Llamó la atención un hecho: habló de terroristas” y de “los asesinos”, pero no mencionó a ETA”.

Y preguntaba ese 11 de marzo, publicado a las 04:59 de la madrugada del día 12, “¿qué pasó?”. He aquí la respuesta que daba: “Ángel Acebes y el Gobierno no podían concebir la posibilidad de que no fuera ETA. Pero ¿acaso España podía estar absolutamente a salvo, por ejemplo, de Al Qaeda, habiendo patrocinado la guerra de Irak? El juez Baltasar Garzón lo avisó el 4 de marzo de 2003. En su carta pública a Aznar, señaló: “Lo único que va a generar esta guerra injusta es el aumento del terrorismo integrista a medio y largo plazo. Su crecimiento en otros puntos, entre ellos España, es algo tan evidente como terrible y usted no quiere o no sabe verlo”.

El 12 de marzo, también decía en mi análisis: “Y, ayer, [por el 11 de marzo] Alfredo Urdaci, [director de los servicios informativos de Televisión Española y encargado del Especial Informativo de la noche electoral del 14 de marzo], a cuenta de ETA y de Josep Lluís Carod Rovira, acosó a José Luis Rodríguez Zapatero, el candidato del PSOE, al entrevistarle en TVE. Sí, ¡justo en un día como ayer!”.

Si la mentira de Aznar el 11-M me parece coherente y comprensible con sus antecedentes, el presunto asombro estos días, veinte años después, sobre la capacidad de Aznar de mantener el tipo y la mentira, ya me resulta menos entendible.

Jesús Ceberio, entonces director de El País, me encargó el seguimiento en Nueva York de las sesiones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a finales de febrero y primeros de marzo de 2003. Dos embajadores ante la ONU-el chileno Juan Gabriel Valdés y el mexicano Adolfo Aguilar Zinser- con los que tenía una relación entrañable me informaban minuto tras minuto de las maniobras de la Administración Bush que, mira por dónde, habida cuenta de que estaban usando los servicios voluntarios de Aznar para atraer al presidente de México, Vicente Fox, y de Chile, Ricardo Lagos, al propósito de sacar adelante la cobertura que necesitaba Bush pero, sobre todo para encubrir a Aznar, a fin de justificar su respaldo a la invasión de Irak: la resolución fallida de la ONU para legitimar la guerra.

Todo ello, según investigué durante años, se pactó en la visita que Aznar y su esposa Ana Botella hicieron a Bush el 22 de febrero en el rancho del presidente norteamericano en Crawford. Allí Bush le dice: “Quedan dos semanas. En dos semanas estaremos militarmente listos. Estaremos en Bagdad a finales de marzo”.

La decisión, pues, estaba tomada. Había que vestir el muñeco con una resolución. Y en eso estaba Aznar que ya había dado luz verde a la guerra. He aquí extractos del acta de la reunión.

Bush: La resolución estará hecha a la medida de lo que pueda ayudarte. Me da un poco lo mismo el contenido.

Aznar: Te haremos llegar unos textos.

Bush: Nosotros no tenemos ningún texto. Solamente un criterio: que Sadam Husein se desarme. No podemos permitir [desde el punto de vista militar] que Sadam Husein alargue el tiempo hasta el verano. Al fin y al cabo ya ha tenido cuatro meses en esta última etapa y eso es tiempo más que suficiente para desarmarse.

Aznar: Nos ayudaría ese texto para ser capaces de patrocinarlo [la resolución] y conseguir que mucha gente lo patrocine.

Bush: Perfecto.

Aznar: Necesitemos que nos ayudéis con nuestra opinión pública.

Bush: Haremos lo que podamos.

Aznar: Lo que estamos haciendo es un cambio muy profundo para España y para los españoles. Estamos cambiando la política que el país ha seguido en los últimos 200 años.

El entonces presidente del Gobierno español intentó el apoyo de Fox, muy irritado con su gestión, y de Lagos. Fracasó. También la ministra Ana Palacio no lo consiguió con los ministros de Asuntos Exteriores de ambos países. Ambos fracasaron. La resolución no prosperó. Bush y Blair sumaron a Aznar y se reunieron en las islas Azores el 16 de marzo – fecha idéntica a la Bush había anticipado a Aznar el 22 de febrero -para anunciar los ataques y la invasión de Irak a las 3:40 (hora española) de la madrugada del 19 de marzo de 2003.

Al seguir la farsa en el Consejo de Seguridad no conocía el diálogo completo de la reunión del 22 de febrero que acabo de transcribir parcialmente a lectores y lectoras.

Fue en 2016 para un proyecto de libro (pendiente de escribir) cuando obtuve la transcripción de la reunión, elaborada por el embajador en Washington Javier Rupérez, intérprete durante el encuentro de Crawford, que el propio Aznar ha dado por fidedigna en su libro El compromiso del poder Memorias II (Editorial Planeta). La transcripción integra abrió la portada de El País el 26 de septiembre de 2007.

Aznar y el vicepresidente Mariano Rajoy no dijeron la verdad a sabiendas en aquellos días de marzo cuando declararon que además entre las armas de destrucción masiva Sadam Husein se había hecho con armas nucleares y había adquirido uranio enriquecido.

Porque precisamente el responsable de la ONU, presidente de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Mohamed El Baradei, desmintió, en el mes de marzo, explícitamente semejantes bulos alimentados por la Casa Blanca.

Más tarde lo ratificó en una entreviste que le realicé en Viena

Dirán ustedes, ¿a qué viene todo esto?

Antes de responder contaré que el político del núcleo de Aznar que mostró reservas más serias a la política de respaldo incondicional a la guerra de Irak fue el vicepresidente Rodrigo Rato. Primero porque no creía que la apuesta de pretender un liderazgo internacional tuviera eco en la sociedad española, y compartía, me dijo en el verano de 2003, esa idea con Felipe González. Pero reconoció que su oposición se había visto debilitada porque en las elecciones municipales del 25 de mayo de 2003, donde él preveía un castigo de los votantes, si bien el PSOE había conseguido ganar con 7,9 millones de votos (un 9,6 % más) el PP había incluso subido un 7,4% con 7,8 millones. “Después de todo, Aznar no se había equivocado”, apuntó. Tiempo al tiempo.

Las mentiras de las armas de destrucción masiva y la conducta del gobierno ante el atentado del 11-M despertó una reacción de la sociedad española en la que se reunieron las mentiras acumuladas. Fue lo que expliqué en mi análisis de las 5:03 del 15 de marzo titulado Doble factura: guerra y manipulación.

“Aunque para José Luis Rodríguez Zapatero la guerra de Irak no fue ni mucho menos el tema estrella de la campaña, tanto el atentado terrorista del 11-M como, sobre todo, la conducta del gobierno de Aznar ante él, han refrescado la memoria de la guerra. Una mentira, las armas de destrucción masiva, incluyendo las nucleares, sobre otra, la de que ETA, sin pruebas, y con indicios en sentido contrario, había provocado la indignación del pueblo ante la matanza, entre el 11 y el día de las elecciones generales, el 14 de marzo de 2004.

Porque hay que recordar que unos días antes de la reunión en la que Aznar firmaba su respaldo incondicional a Bush en Crawford, las movilizaciones contra la guerra del 15 de febrero de 2003, resultó ser una de las mayores del mundo. Fue el retorno del fantasma durmiente de la guerra de Irak li que vivió España aquel 11-M y los días siguientes”, apuntaba.

Aznar y el PP nunca admitieron haber mentido a los españoles sobre las armas de destrucción masiva.

Y mucho menos reconocieron -ni reconocerán- que también mintieron el 11-M, aunque veinte años más tarde unas y otras son incuestionablemente eso. Mentiras.

Pero es que Aznar sabía lo que se hacía.

Defendía ya entonces su carrera personal internacional como exmandatario de España durante ocho años.

La rentabilidad de su comparecencia en las Azores con Bush y Blair tampoco era difícil de advertir.

Unos meses después de abandonar la Moncloa, cuando todavía era miembro del Consejo de Estado omitió Aznar su deber de informar a dicho órgano que desde septiembre de 2004 cobraba, contrato mediante 10.000 euros mensuales al grupo News International del magnate periodístico Rupert Murdoch a través de la sociedad Famaztella S.L. (Familia Aznar Botella), una información que saltó porque fue dicho conglomerado, editor de The Wall Street Journal, firme defensor de Bush y de la guerra de Irak, quien informó a la Securities and Exchange Commissión (SEC).

Aznar dejó el Consejo de Estado el 22 de junio de 2006 al ser nombrado miembro del consejo de administración de News International. Su carrera como conferenciante, generosamente remunerado y asesor de gobiernos, conoció un gran impulso, sobre todo en el mundo conservador.

La victoria de Rodríguez Zapatero dio paso a teoría a la batalla para desligitimarle. Ese fue el obhetivo de la teoría de la conspiración. Había que abreviar el gobierno socialista. Y para ello se sostuvo su pecado original: el 11-M

También contra esa feroz teoría, durante la instrucción de la causa del 11-M, el juicio posterior en 2008 y la condena, fuimos con José Manuel Romero, actual subdirector de El País, anciens combattans, dianas de los ataques de El Mundo.

Pero cuando pregunto qué es lo que queda del 11-M, es decir, qué subsiste del dolor causado por la peor barbarie -incluidas en el recuento dictaduras militares y asesinatos a quemarropa ejecutados por escuadrones oficiales de la muerte- que he -hemos- vivido en directo apunto al método de dirimir las diferencias políticas y provocar la alternancia de gobiernos en nuestro país.

En 1995 y 1996 todas las instituciones estaban en la hoguera, según impuso la campaña de entonces, tras la derrota de Aznar en 1993, que anunció prematuramente su victoria.

En mayo de 1996, el PP consiguió por fin llegar a la Moncloa en las elecciones anticipadas convocadas por Felipe González.

En 2004, Rodríguez Zapatero, cuya campaña desbordó a la de un Rajoy tributario de Aznar, obtuvo finalmente la victoria con el vuelco que favorecido por la conducta del gobierno del PP en el 11-M. Durante gran parte de sus dos mandatos, el 11-M y más tarde las negociaciones con ETA, fueron los instrumentos de destrucción masiva de su gobierno, cuya guinda llegó con la Gran Recesión de 2007-2011. A caballo de ella llegó Rajoy a la Moncloa en diciembre de 2011.

La historia se repite ahora.

Alberto Nuñez Feijóo aspira a continuar ahora la tradición y llegar a caballo de una amplia combinación: la proyección de un panorama 1995-96 (“koldonización” mediante). Ya el PP de Pablo Casado lo intentó con la denuncia de la moción de censura de 2018, el gobierno de coalición Psoe-Unidas Podemos, la pandemia del coronavirus, la recesión provocada por ella, sín éxito, y el inicio del bloqueo a la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), tras el naugfragio de su propuesta de nombrar presidente del Tribunal Supremo y CGPJ al magistrado Manuel Marchena. Nuñez Feijóo continuó esa labor: intento, fallido, de abortar la renovación del Tribunal Constitucional en 2022 para impedir la mayoría progresista, y freno sine die de la renovación del CGPJ iniciado por Casado en noviembre de 2018, el hostigamiento al gobierno de coalición PSOE-Podemos, los indultos a los dirigentes independentistas, la “entrega” a EH-Bildu, y finalmente , ahora mismo, denuncia de la emtrega del gobierno PSOE-Sumar al independentismo y terrorismo, y la proposicóne de ley amnistía, batalla que durará toda esta legislatura. Un totum revolutum.

Ya ha declarado el PP a la mayor parte de las instituciones víctimas de un cáncer del estado de derecho, empezando por el Tribunal Constitucional, y utilizan su artillería de desgaste desde las trincheras de la Sala Penal del Tribunal Supremo y desde el sector conservador del CGPJ un órgano que la derecha mantiene secuestrado hace ahora, según se ha señalado, cinco años y tres meses.

Estas últimas semanas, para denostar la proposición de ley de amnistía que aprobará el Pleno del Congreso de los Diputados finalmente el jueves próximo, 14 de marzo, el aplauso a la ley de amnistía de 1977 parece unánime como forma de desacreditación de la actualmente en curso.

Y, sin embargo, esa ley, siendo un paso adelante, dejó incólume la raíz de la enfermedad de nuestra vida política, a saber: la incapacidad de las elites para encarar una comisión de la verdad, como ha ocurrido en otras naciones, sobre los hechos dramáticos de la historia que enfrentaron al pueblo español nos legó una transición inacabada. Incompleta.

He aquí que uno de los candidatos a ser fiscal de sala de la Fiscalía de Derechos Humanos y Memoria Democrática – creada por la ley de Memoria-, es decir, el fiscal Carlos Castresana, presentó al pedir la plaza, en 2023, un programa de actuación con el proyecto para llegar de facto a esa comisión de la verdad, bajo la fórmula de la llamada “jurisdicción voluntaria”.

Castresana, con una amplia experiencia internacional, que permanece en el Tribunal de Cuentas y colabora con la ONU, perdió la plaza ante la exfiscal general del Estado, Dolores Delgado, a quien el actual fiscal general del Estado, Álvaro García, decidió nombrar, una decisión que con toda probabilidad será anulada por la sección cuarta de la Sala Tercera del Tribunal Supremo a finales de abril próximo.

El objetivo pendiente sigue ahí: alcanzar una “narrativa compartida”.

Sobre la Segunda República, sobre el levantamiento militar de 1936, la dictadura de Franco, los desaparecidos durante el franquismo y las víctimas de crímenes pretendidamente sepultados.

El 11-M y el 14–M y las negociaciones para acabar con ETA tras su derrota militar, resucitaron, una vez más en la historia política contemporánea española, el método cíclico de choque para desalojar al gobierno de las legislaturas 2004-2011.

Ahora cuando nos disponemos a partir por así decir de un nuevo principio amnistía mediante – la “Cataluña año cero” -título de mi libro de 2019 sobre el procés, el juicio y la sentencia- nos espera el lado oscuro al acecho.

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