Hoy: 23 de noviembre de 2024
Cada día que pasa son más las personas a quienes no les gusta la forma en que los seres humanos vivimos hoy en día. Es triste ver cómo en pleno siglo XXI todavía hay guerras por ampliar territorio, enfermedades, pobreza, hambre… y muertes; sobre todo muchas muertes que pueden evitarse.
Parece que a los seres humanos se les ha olvidado de dónde venimos y ahora lo divertido es ver como se matan unos a otros; como hay unos que tienen tanto, a veces incluso demasiado, y otros que no tienen prácticamente nada y aún así son más felices; cómo algunos se quejan de cosas banales y sin sentido, y otros afrontan su fase terminal con una sonrisa inquebrantable y llena de luz en sus rostros; cómo algunos estarían dispuestos a darlo todo por disfrutar un minuto más de vida, mientras otros no dudan en arrebatarla sin piedad, vilmente y por puro placer.
Duele ver como para algunas mujeres, lo realmente importante y necesario sean las cirugías estéticas. ¿Por qué será que la sociedad nos impone estereotipos de lo que aseguran es el “ideal de belleza”? Por todos lados nos inunda una publicidad engañosa y no importa que no la abramos la puerta porque entra igual. Y cuando el miedo, la inseguridad o la baja autoestima se instalan en nuestras vidas sin previo aviso, arrasan todo a su paso y alimentan las debilidades e imperfecciones de niñas, jóvenes y adultas.
Nadie es indiferente a los anuncios en revistas y televisión sobre masajes, operaciones y un sinfín de tratamientos estéticos que incitan a las mujeres a cambiar como personas, a la vez que potencian y fomentan las inseguridades y las enfermedades como la anorexia y la bulimia. Es triste comprobar cómo las empresas permanecen ajenas al ver que hay mujeres y especialmente niñas que caen en ese vil juego, dejándose llevar por lo físico, por las apariencias, por lo superficial, por lo artificial y se desprenden de lo más importante; eso que nos hace ser únicos e irrepetibles. Y todo ello bajo la pasividad y permisividad de los gobernantes.
A lo largo de la historia ha habido mujeres que han estado y siguen estando consideradas como verdaderos iconos de belleza, estilo, influencia e inteligencia a pesar de los años.
Marilyn Monroe fue considerada la rubia teñida más sensual del cine por excelencia. Tenía un cuerpo curvilíneo, caderas anchas, muslos gruesos y una talla impensable para modelos y actrices en la actualidad. Por su parte, la actriz belga Audrey Hepburn fue un ejemplo de eterna belleza clásica repleta de sencillez y con un toque de inocencia único que abandonó el séptimo arte para dedicarse al activismo.
La periodista Jacqueline Kennedy, se convirtió en la primera dama más popular, querida y admirada de Estados Unidos. Ella supo plasmar un estilo cómodo, elegante y accesible acompañado por una fuerza y dulzura que fueron su seña de identidad. O Grace Kelly, de actriz a princesa de Mónaco, quien a pesar de ser una mujer distante se convirtió en sinónimo de glamour y belleza angelical.
Otro ejemplo más reciente nos lleva a Lady Diana Spencer, la princesa de Gales fue la mujer más fotografiada y perseguida por los paparazzi durante los años 80 y 90 por su espontaneidad, naturalidad y timidez. Poseía un estilo cómodo y casual al que dotaba un toque sutil de elegancia. Todas ellas fueron ejemplos de bellezas imperfectas que no sucumbieron al bisturí para lucir “ideales”.
Y ante este drama social cabe preguntarse: por qué no existen medicamentos, masajes o cremas para hacernos mejores personas, para ponerse en la piel del otro; por qué no existe una cirugía capaz de cambiar tanto libertinaje, tanta infidelidad, tanto prejuicio, tanta confusión; por qué no existe una liposucción que logre extirpar el orgullo, la codicia, el odio, la amargura, el narcisismo y el dolor que está presente en todo el mundo; por qué no existe un implante de conciencia, de perdón, de compasión, de respeto, de entendimiento al prójimo, de amor…
¿Realmente merece la pena obtener un beneficio económico a costa de poner en riesgo nuestra salud y bienestar? ¿En verdad es un avance para la sociedad escuchar a niñas de 7 años decir “me quiero hacer una rinoplastia como las Kardashian” o “yo solo perdono si me hacen transferencias bancarias”, “si no tienes el último iPhone eres un loser (perdedor en inglés)”, “yo no quiero estudiar, quiero ser Influencer“.
Ojalá la sociedad sea capaz de reflexionar algún día, y ver en qué se está convirtiendo el mundo y las personas que habitamos en él. O quizás ya sea demasiado tarde y estemos sumergidos en la involución de la sociedad.