Hoy: 25 de noviembre de 2024
Existe una gran Variedad de lechuga: desde las más populares, como la criolla y la mantecosa, hasta la francesa y la capuchina. La buena noticia es que la forma de mantenerla fresca es sencilla.
Es una gran aliada de las dietas saludables: más del 95% de una hoja de lechuga es agua y solo contiene 1,4 gramos de carbohidratos y 1,5 gramos de fibra por cada 100 gramos. También es rica en vitamina C y contiene magnesio, entre otros minerales.
Es deliciosa no solo en preparaciones básicas como la clásica ensalada mixta, sino también en opciones más elaboradas como la exquisita ensalada César o la ensalada Waldorf (con manzanas, nueces, apio y, generalmente, lechuga), muy consumida en épocas festivas.
Por eso, es ideal tener este vegetal en la nevera. Su correcto almacenamiento es esencial para disfrutarla en su máximo esplendor y evitar desperdicios.
El uso de lechuga y otras hortalizas en bolsas, lavadas y listas para consumir, está en aumento. Esto facilita la vida de los consumidores. Si se consume al abrir la bolsa, es perfecto porque ninguna hoja se estropea. Sin embargo, si se demora un par de días, probablemente habrá que desecharlas.
Lo mismo sucede con la lechuga entera, que, aunque dura más tiempo, a menudo acaba algo marchita en el cajón de la nevera, con parte en la basura.
“Debido a su alto contenido de agua, no hay un método que asegure la conservación de la lechuga en buenas condiciones durante mucho tiempo”, explican desde la consultora de seguridad alimentaria SAIA. Sin embargo, existen algunos consejos para que la lechuga se mantenga fresca durante más días.
Desde la Agencia de Residuos de Cataluña, en el portal Som gent de profit, sugieren seguir ciertas pautas que también aclaran los expertos en seguridad alimentaria. Se debe mantener la lechuga limpia, seca y en un tupper en la nevera, con un par de servilletas de papel entre las hojas. “Es recomendable retirar las hojas en mal estado para que no afecten al resto”, afirman desde SAIA.
Para lavar la lechuga, el primer paso es colocarla bajo el chorro de agua fría para eliminar los restos de tierra. Luego hay que separar las hojas de la cabeza. Hay que llenar un recipiente grande con agua y añadir una cucharada de vinagre blanco. Después, remojar durante 10 a 15 minutos para eliminar bacterias y otros microorganismos, y finalmente enjuagar.
Las hojas de lechuga enteras se conservan mejor. No deben cortarse ni romperse hasta el último momento. La lechuga es muy sensible al frío, por lo que debe guardarse en el cajón de verduras de la nevera. “Además, es importante que las hojas no toquen la pared de la nevera, ya que el frío las puede dañar”, añade la consultora alimentaria.
También es esencial mantener la lechuga alejada de otras frutas y verduras que emiten gas etileno (como plátanos, manzanas y tomates) para evitar que se deterioren rápidamente. La lechuga en bolsa dura más, pero se estropeará rápidamente una vez abierta. Usar cuchillos de plástico o cerámica para cortarla puede retrasar la oxidación.
Si algunas hojas están marchitas o flácidas, pero todavía son aprovechables, “pueden recuperarse sumergiéndolas en agua muy fría durante unos minutos. Así, se rehidratarán y mejorará su aspecto”, concluyen los expertos.