Hoy: 2 de diciembre de 2024
El Prof. José Miguel García Sagredo, académico de número de Genética de la RANME, explica varias teorías de compensación biológica y de velocidad de envejecimiento que demuestran que tener hijos más tarde es un indicador de una senescencia tardía.
Esta mayor esperanza de vida que se observa en aquellas mujeres que son madres a partir de los 35 años depende de la existencia de ciertos factores genéticos, pero también es esencial llevar un estilo de vida saludable donde haya hábitos de alimentación y ejercicio físico correctos y con poco estrés metabólico.
La Fundación Ortega-Marañón celebra la Semana Marañón, con la colaboración de la RANME y otras entidades, y organiza varias mesas redondas sobre salud, medicina, cultura y humanidades, así como los retos que planean las nuevas tecnologías sanitarias.
“Varios estudios* muestran que aquellas mujeres que tienen embarazos espontáneos tardíos tienen una esperanza de vida mayor”, afirma el Prof. José Miguel García Sagredo, académico de número de Genética y secretario general de la Real Academia Nacional de Medicina de España (RANME), en el marco de la Semana Marañón organizada por la Fundación Ortega-Marañón con la colaboración de la RANME y otras entidades.
“Hay varias teorías de compensación biológica y de velocidad de envejecimiento que demuestran que la capacidad de tener hijos más tarde es un indicador de senescencia tardía o prolongada, es una constatación de un estado biológico”, explica el Prof. García Sagredo, quien fue también jefe del Servicio de Genética Médica del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, presidente de la European Cytogeneticists Association y profesor de la Universidad de Alcalá de Henares.
“Esta esperanza de vida se traduce en menos probabilidades de morir temprano por una enfermedad y no es cuestión de cuándo se decide la edad para tener hijos, sino de la capacidad de tener hijos tarde, que no todas las mujeres la tienen, y forma parte de su constitución biológica”, añade.
El indicador biológico de senescencia tardía es “tener la capacidad de tener un hijo a los 35 años porque su biología es beneficiosa desde el punto de vista del envejecimiento”, aclara este experto. No obstante, aunque para lograr esta mayor esperanza de vida influyen ciertos factores genéticos, destaca que es “esencial llevar un estilo de vida saludable donde haya hábitos de alimentación y ejercicio físico correctos y con poco estrés metabólico”.
Asimismo, la supervivencia tras la menopausia, privilegio de los humanos y ballenas, es cada vez mayor. “El aumento de la supervivencia tras la menopausia forma parte de la evolución, ya que se van seleccionando los genes de senescencia tardía. La selección es una adaptación al medio, sobreviven aquellos que tienen genes mejor adaptados al medio en el que viven, pero esto tarda bastantes generaciones en ocurrir”, explica.
Y otro dato curioso. “Los hermanos varones cuyas hermanas dieron a luz a una edad tardía tienden a tener una esperanza de vida significativamente más larga. Esto sugiere que el vínculo entre la fertilidad prolongada y la longevidad tiene un componente genético. Los hermanos comparten el 50% de sus genes, luego los genes positivos para una mayor esperanza de vida están compartidos”, manifiesta el académico.