Como todos saben, en España somos muy aficionados a blanquear las necrológicas aunque, pasado el tiempo, la verdad se reclama a sí misma tratando de que se recupere la certeza de lo vivido.
Borges, en repetidas ocasiones, nos recordó que él no le temía a la muerte, sino a la inmortalidad. Supongo que a la del más allá, no a lo que piensen los demás cuando ya no estemos vivos. De todas maneras, por más que desde el otro mundo no se sepa, debe ser preocupante que la Historia nos invoque y nos distinga por las malas andanzas personales y, sobre todo, por aquellas que tuvieran nefasta repercusión en la sociedad.
Doloroso debe ser para la dinastía Borbónica que se recuerde a Felipe V como un sometido a la Farnesio, casi loco y escasamente atento a las tareas de Gobierno. Todavía peor al felón de Fernando VII que, entre Godoy, su padre y él, entregaron a los franceses un Reino del que todavía quedan secuelas…
A nuestro actual Presidente de Gobierno le preocupa cómo será recordado en los próximos tiempos. Dios no quiera que le suceda como al padre de Isabel II ya que, en principio, fueron buenas sus intenciones, no así los resultados. No así.
Pedro Villarejo