Todo apunta a que el acceso a la vivienda seguirá complicándose en 2026. Las previsiones de Grupo Tecnitasa dibujan un escenario claramente alcista, con subidas que afectarán tanto a la compra como al alquiler. La vivienda de obra nueva será la más castigada, con incrementos cercanos al 10%, mientras que la segunda mano también seguirá encareciéndose, aunque a un ritmo algo más moderado. Este contexto no responde a un único factor, sino a una combinación de desequilibrios que se repiten año tras año.
La raíz del problema sigue siendo la misma: se construyen muchas menos viviendas de las que el mercado necesita. La creación de nuevos hogares avanza a un ritmo muy superior al de la oferta disponible, impulsada en gran parte por el crecimiento demográfico y la llegada de población inmigrante. En las grandes ciudades y áreas metropolitanas, donde la demanda es más intensa, esta diferencia se nota todavía más y acaba trasladándose directamente a los precios. Comprar una vivienda se convierte así en un objetivo cada vez más lejano para muchos jóvenes y familias con rentas medias y bajas.
Si la compra presenta dificultades, el alquiler no ofrece un respiro. Según Tecnitasa, los precios podrían aumentar alrededor de un 12% en 2026, una subida especialmente dura para quienes dependen de este mercado para vivir. La retirada de viviendas en alquiler por parte de propietarios, motivada por la inseguridad jurídica y las políticas intervencionistas, ha reducido la oferta disponible justo cuando la demanda sigue siendo muy elevada. El resultado es un mercado tenso, con menos opciones y precios más altos.
Ante la falta de suelo en zonas urbanas consolidadas, empiezan a ganar protagonismo soluciones alternativas. Una de ellas es el cambio de uso de edificios de oficinas para destinarlos a vivienda. Aunque estos procesos son complejos desde el punto de vista urbanístico, la presión social y la mayor apertura de las administraciones están facilitando su desarrollo, especialmente cuando se orientan a viviendas a precios más contenidos.
También se está apostando por la transformación de locales comerciales sin actividad en unidades residenciales, algunas de ellas destinadas a alquiler asequible o vivienda social. Son medidas que ayudan a aliviar parcialmente el problema, pero que todavía resultan insuficientes frente a la magnitud de la demanda.
El diagnóstico es claro: mientras no se incremente de forma significativa la oferta de vivienda, los precios seguirán subiendo. Y con ello, el acceso a un hogar digno continuará siendo uno de los grandes retos sociales y económicos de los próximos años.